El progreso tecnológico y el comercio internacional inflaman a los “mesías” nacionalistas
Para hablar de populismo, es necesario primero definirlo. La forma más simple, la que logra realmente englobar todos los populistas del planeta se le reconoce a Mudde (2004), quien la define como: la polarización entre el pueblo puro y la elite corrupta. Esta superioridad moral implícita del pueblo no da espacio para el pluralismo, las minorías o la diversidad de opinión. Adicionalmente, el aspecto “anti-élite” lleva a la natural supresión de la rendición de cuentas de los gobernantes, pues estas vendrían siendo tan solo un instrumento más de la oligarquía. Estos rasgos tienen como consecuencia que el populismo de derecha se presente en forma de políticas que relevan de la identidad misma del ciudadano, etnia, religión o el clásico nacionalismo que deriva en xenofobia.
Esta definición se ajusta tanto a la derecha como a la izquierda. En su “Teoría Política del Populismo”, Acemoglu, Erogov y Sonin[1] (2012) modelan las raíces políticas de esta ideología que defiende los privilegios del hombre común contra la elite, aun cuando termina hiriendo el interés económico de ese mismo hombre común. Empiezan por la suposición de que las economías presentan grandes niveles de desigualdad e instituciones democráticas débiles, las cuales permiten a los más ricos tener una influencia desproporcional en la política. Suposiciones nada descabelladas, pues todos recordarán algún presidente que uso la retórica redistributiva para luego virarse hacia las elites, el más reciente siendo Lenin Moreno. Por lo que el populismo también es la necesidad de los políticos de señalar que no están “capturados” por la elite.
El modelo supone que el político puede ser honesto o corruptible con cierta probabilidad. En los modelos de economía política se denomina de honestos a quienes aplican las políticas según sus intereses personales, pero permanecen incorruptibles. Parecerá contradictorio, pues los montos de la corrupción siempre pondrán la balanza del interés personal por encima de los demás. El político teorizado de honesto en economía política no es un tipo ético para con el fin de su labor, pero por aversión extrema al riesgo o simplemente una moral regida por las leyes, no acepta sobornos. Los límites de la ley definen su ética. Es decir, el actuar del político no vendría de la cultura, sino de los incentivos institucionales. Aun así, no olvidemos que el apego a la ley depende de la fortaleza con la que está se aplica. Viendo la historia y la actualidad pueden estar seguros de que ningún europeo o gringo tiene moral para darnos lecciones.
Tanto el honesto como el corrupto toman en cuenta la reelección para el cálculo de sus movidas, también toma en cuenta que los votantes no tienen una observación perfecta de las políticas y sus resultados, por lo tanto, no saben exactamente qué tan desviados de lo óptimo están. Por ese error de observación, el populista podría adoptar políticas más a la izquierda del punto óptimo para señalar que en efecto no están tomados por la elite (en teoría, la elite siempre va a preferir políticas de derecha). Si además el candidato es corrupto, podría elegir políticas aún más alejadas del punto óptimo, especialmente si le da valor a la reelección, pues es justamente el extremismo lo que señala que no está alineado con la elite.
Básicamente, el populismo nace como respuesta a la fuerza de la elite económica, pues el voto vendría siendo una respuesta a su influencia, aun cuando esas políticas no son en el máximo interés de la población. Es decir, los ricos terminan en una situación peor justamente porque corrompen a los políticos, pues el anticipo de esos sobrecitos bajo la mesa cambia el equilibro político hacia políticas todavía más extremistas. El modelo concluye que, mientras más alto sea el valor de reelegirse, más los políticos querrán señalar su independencia a través de políticas más alejadas del punto óptimo. Es decir, se alejan de lo que es mejor para el ciudadano para dejarle claro a este que trabajan para él. De la misma forma, sumerce puede realizar un trabajo de una hora en 8 horas para que su jefe note su esfuerzo.
Mientras más escondida esté la corrupción o más barata sea esta, más probable es que entre un régimen populista. Y claro, evidentemente, entre más políticos corruptos existan, mayor es la probabilidad de populismo, lo mismo con la desigualdad que se traduce en polarización. Sorprendentemente, la posibilidad de extender el mandato, como tantos presidentes lo han hecho a través de las constituciones, puede o no exacerbar el populismo, dependiendo de los parámetros.
En efecto, si abren esa investigación verán que las ecuaciones arrojan diferentes resultados según los valores relativos entre los parámetros, los cuales pueden ser incalculables, afectando la posibilidad de aplicación práctica. Muy difícil saber que tanto un político puede pensar en el futuro por sobre el presente, o la probabilidad de que sea corrupto. Sin embargo, el modelo permite entender un punto esencial. Las políticas populistas son una forma de señalar al pueblo que la conciencia no ha sido embargada por la elite rica. Una forma de señalar, o en este caso de engañar, que también puede ser usada por los políticos corruptos. Es decir, son el fruto de la corrupción generalizada y del “ruido” que hay entre lo que el político hace y lo que la gente puede observar y evaluar. Por tanto, para empezar a buscar soluciones hay que reducir justamente la asimetría de información entre las acciones del político y la interpretación de la gente. De ahí que exista El Periférico.
El populismo de extrema derecha se reconoce por varios factores comunes: antiglobalización, intolerancia a las minorías, comunicación simple y anticientífica. Estas ideas han podido pasar limpiamente en las conciencias de muchos debido a varias razones. Una razón económica del crecimiento del sentimiento antiglobalización en los países que se autodenominan desarrollados viene de la perdida de trabajos en el sector de la manufactura ante el oriental barato y disciplinado. Al igual que el comercio internacional, el progreso tecnológico tiene ganadores, los trabajadores de alta habilidad y conocimiento, y perdedores, los trabajadores de habilidad media con trabajos rutinarios y automáticos (ver artículo de desempleo tecnológico). Básicamente, la clase baja de los países ricos se estanca en el desempleo, mientras los más ricos se enriquecen.
Aun así, el populismo tiene sus especificidades en cada cultura, pues en Brasil podría no ser una réplica exacta del de afuera, Barros y Santos Silva[2] (2019) no encuentran asociación alguna entre los choques regionales en el empleo de la recesión 2014-2018 y los votos por Bolsonaro. Este no-resultado esconde una característica mucho más interesante. Bolsonaro ganó o perdió votos según el balance de género en las industrias afectadas por la crisis. Donde hombres perdían el empleo, Bolsonaro ganó votos, donde lo perdían mujeres, perdió votos. Con sus comentarios misóginos y homófobos, los votos del populista fueron en primera vuelta del 54% del total de hombres y tan solo del 41% de las mujeres, no existe evidencia de un voto diferenciado por género en Brasil hasta esta elección. Es un ejemplo de como atributos económicos pueden inflamar atributos culturales.
De hecho, el empoderamiento femenino, el apoyo a los menos privilegiados, la protección de las minorías y la globalización cultural ha hecho que las elites dominantes de la sociedad sientan que su propia identidad está siendo atacada. De ahí la lucha contra lo “políticamente correcto”, los políticos llevan a los votantes hasta a cambiar la percepción de quiénes son, influyendo en la identidad grupal que quieran adoptar. El populista crea una idea errónea de la relación entre políticas y resultados, que en nuestro continente se tradujo en el nacimiento de individuos que se denominan de “Libertarios”, siendo así posible que una persona pobre vote por políticos de extrema derecha que abogan contra la redistribución.
El populismo nacionalista logró cambiar la identidad de los pobres hasta ponerlos del lado del rico. Lo irónico en todo esto, es que perdieron su trabajo para los más calificados, pero a quienes atacan son a las minorías históricamente oprimidas. Inmigrantes y mujeres se convierten en el chivo expiatorio. Me recuerda como el desprecio de españoles a mestizos bajaba luego de mestizos hacia indios. Nadie sabe para quien trabaja. Este cambio en la perspectiva identitaria de quién afecta al trabajador permite insertar al populismo de derecha en el modelo visto más arriba, solo que, para señalarse anti-élite, hay que justamente ser extremista contra las minorías, pues vendrían siendo las elites los creadores de lo políticamente correcto. Un verdadero absurdo.
De la misma forma, como todos habrán notado, y Allcot y otros[3] (2020) demostrado, las creencias políticas se correlacionan con el distanciamiento social (calculado con datos móviles), en el caso de este estudio, los Republicanos lo aplicaban menos que los Demócratas. Swami y Barron[4] (2020) mostraron que la falta de distanciamiento social iba de la mano con las teorías conspiranoicas. Mariani y otros[5] (2020) mostraron que los discursos de Bolsonaro tienen un impacto negativo en el distanciamiento social en las municipalidades donde este tiene mayor apoyo.
El populismo más que una ideología es un estilo discursivo, el cual tiene varias ramas. Consiste en transformar el sentimiento anti-élite en anti-experto, pues estos últimos, no serían objetivos, ya que serían marionetas de la elite para mantener el statu-quo. Se traduce en “antivacunas” y negadores del cambio climático, por algo no existen partidos ambientalistas que sean populistas. Luego, ya que el pueblo es solo uno, un líder es suficiente para representarlo entero, por lo que hay que minimizar el rol de esas instituciones corruptas que son las asambleas, las agencias independientes o los medios de comunicación. He ahí el real peligro del populismo: la degradación institucional. Si a esta se le agrega la de los recursos naturales tienes Latinoamérica, si también le agregas la ayuda internacional, tienes a África.
Como es de esperar, esta identidad cultural se asocia a la religión. Brubacker relaciona la idea del cristianismo con un sentimiento de pertenencia más que con una creencia. En efecto, existe un paralelo enorme entre la visión del mundo de las religiones monoteístas y la imagen mesiánica del Líder populista. En nuestra región, el caudillismo parece estar arraigado desde las independencias, cada país tiene su propio libertador, y más que ideologías políticas, tenemos ideologías de políticos, peronistas, chavistas y correistas. De la misma forma, quienes creen en teorías conspirativas suelen ser extremadamente conservadores y ven el mundo solo en sus extremos, blanco o negro, izquierda o derecha, el cielo o el infierno. De hecho, Bénabou, Ticchi, y Vindigni[6] (2015, 2020) demuestran que la religiosidad esta positivamente correlacionada al posicionamiento anticientífico que promueven los populistas de derecha.
¿Cómo se forma la imagen mesiánica del líder? Todo comienza desde el campo político. Lo primero que hay que entender es que, así como hay temas que dividen a los votantes, hay temas que los unen. De la misma forma, hay características de los políticos de las cuales se considera que más es siempre mejor, por ejemplo, el carisma y la experiencia. Entendiendo en este caso el carisma como la comunión directa e íntima entre el líder y sus seguidores. El líder que posea este tipo de carisma tenderá a ser más populista, y aprovechar de la retórica señalada del honesto pueblo contra la corrupta elite. Lo apelativo de este carisma para los votantes dependerá de la gestión de los gobiernos anteriores.
En el modelo de Serra[7] (2017) los candidatos compiten en esos frentes, es decir, el público evalúa experiencia, carisma y plataformas políticas. Así, muestra que un candidato con harto carisma, de por sí elegirá recolectar menos experiencia, pues no la necesita para ganar, de la misma forma, necesitará de menos experiencia entre mayor sea el descontento popular. Por lo que podrá lanzarse a una elección contra un candidato más experimentado, menos carismático y sin credenciales anti-élite. El modelo predice que los candidatos más carismáticos no solo tendrán menor retorno en el esfuerzo de ganar experiencia, sino que a veces su falta de experiencia es lo que les da las credenciales anti-élite. Tanto Fujimori como Chávez usaron la decepción de los votantes con los políticos tradicionales para propulsarse al poder. También, muestra que este candidato carismático siempre tendrá interés en aplicar políticas más extremistas. Mientras, un líder menos carismático se ve obligado a remar hacia el centro. Un ejemplo de esto está en Ecuador, donde un banquero conservador y poco carismático se ve obligado a poner la plurinacionalidad y el aumento del salario mínimo dentro de sus propuestas.
Lo mesiánico no es tristemente más que una imagen, pues las consecuencias institucionales estrepitosas de seguir el camino trazado por una sola persona no parecen tener compensación para la sociedad como un todo. Easterly y Pennings[8] (2020) muestran que la presencia de un líder fuerte no tiene ninguna diferencia significativa para el crecimiento de un país, sea en democracia o en dictadura. Básicamente, el populismo no tiene resultados ECONOMICOS diferentes a los de un régimen autoritario. Y como la historia muestra, fácilmente deriva en uno. Claro, no es una razón para dejarse llevar por ideas autoritarias, pues como saben, es más difícil manejar un país en democracia que uno en el que puedes controlar la reacción de tus ciudadanos, el que no haya diferencia en los resultados muestra que la rendición de cuentas tiene un efecto económico positivo igual al de la represión, pero sin la parte negativa de la represión.
La historia no para de repetirse pues, la imagen mesiánica del líder no ha favorecido nunca, por la simple razón que no es verdadera. Fue la absoluta identificación de la burocracia Inca con su monarca absoluto y divino lo que la desintegró tras la muerte de Atahualpa, siendo este un factor esencial para la victoria más decisiva de los colonizadores españoles[9]. En tiempos contemporáneos, la muerte de Chávez fue el detonante o “choque idiosincrático” que dio comienzo a la (inminente) debacle venezolana.
Esta imagen mesiánica es tristemente compatible con el diseño de nuestros regímenes políticos. Latinoamérica tiene democracias representativas en el legislativo, pero la mayoría de veces, HIPERPRESIDENCIALISTAS. Es una contradicción en sí misma, pues el presidente pone todos los ministerios y ministros, al igual que veta lo que quiera, aunque sea lo más políticamente representativo de la voluntad popular. Por ejemplo, Lenin Moreno vetó el código orgánico de la salud que legalizaba la mariguana medicinal y el aborto en 3 causales. Más grave aún, Bolsonaro veto leyes que permitían la liberación de 4.200 millones de reales para desarrollar la ciencia brasilera en 2021, concesiones del auxilio emergencial a trabajadores informales y familias monoparentales, al igual que una ley que obligaba al uso de la mascarilla en comercios e iglesias.
El hiperpresidencialismo significa que el nombre de democracia representativa sea únicamente una cortina de humo. Es una dictadura donde el legislativo bien representado hace leyes, pero un partido único las ejecuta. La asamblea produce escritos, pero es el “Mesías” decide convertirlos en normas que deben ser respetadas. ¿Qué interés tendrá un partido político de oposición en producir leyes si sabe que igual estas serán vetadas? Luego, las formas que este hombre carismático usa para mantener su credibilidad terminan en desbarajuste macroeconómico o represión de las minorías. No paren de leernos y compartirnos, pues les mostramos el panorama completo semana a semana, para más adelante, una vez identificadas las raíces de los problemas, presentar las posibles soluciones. Recuerde, solo el pueblo salva al pueblo, no se haga hincha de ningún político, para eso, ya tiene los deportes.
[1] Daron Acemoglu & Georgy Egorov & Konstantin Sonin, 2011. “A Political Theory of Populism,” NBER Working Papers 17306, National Bureau of Economic Research, Inc.
[2] Barros, Laura, and Manuel Santos Silva. 2019. “#EleNão: Economic Crisis, the Political Gender Gap, and the Election of Bolsonaro.” Ibero-America Institute for Economic Research Discussion Paper No. 242.
[3] Allcott, Hunt, Levi Boxell, Jacob Conway, Matthew Gentzkow, Michael Thaler, and David Yang. 2020. “Polarization and Public Health: Partisan Differences in Social Distancing during the Coronavirus Pandemic.” Journal of Public Economics
[4] Swami, Vireb, and David Barron. 2020. \Analytic Thinking, Rejection of Coronavirus (COVID-19) Conspiracy Theories, and Compliance with Mandated Social-Distancing: Direct and Indirect Relationships in a Nationally Representative Sample of Adults in the United Kingdom.” OSF preprints
[5] Mariani, Lucas Argentieri, Jessica Gagete-Miranda, and Paula Rettl. 2020. “Words can hurt: How political communication can change the pace of an epidemic.” Mimeo, UNC.
[6] Bénabou, Roland, Davide Ticchi, and Andrea Vindigni. 2015. “Religion and Innovation.” American Economic Review
[7] Gilles Serra, 2018. “The electoral strategies of a populist candidate: Does charisma discourage experience and encourage extremism?” Journal of Theoretical Politics
[8] Easterly, William, and Steven Pennings, 2020, “Leader Value Added: Assessing the Growth Contribution of Individual National Leaders.” NBER Working Paper
[9] Jared Diamond, “Guns, Germs and Steel”
Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.
No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.
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