Justamente, Taagepera, de los primeros en estudiar el tamaño de las legislaciones, hizo un modelo que entrega el número óptimo de asambleístas para que la información fluya entre población y asambleístas: la ley de la raíz cubica. Insertando la población del ecuador, y su población políticamente activa (a través de la tasa de alfabetización), vemos que el número óptimo de asambleístas en Ecuador según esta “ley” sería de 371. Es decir, pertenecemos al grupo de países subrepresentados; hecho especialmente grave tomando en cuenta la diversidad de cosmovisiones presentes en el país.
Le Maux y De Santo hicieron el favor de resumir la investigación económica sobre este tema. Al parecer, en muchos casos la cantidad de asambleístas esta relacionada al gasto público, entre otras razones, porque la reputación del gasto se distribuye a todo el sector político y los costos se dividen entre todos mientras la reputación del proyecto queda en quién lo propuso. En todo caso eso no señala mayor o menor eficiencia. Y menos gasto público no es precisamente lo que el Ecuador necesita, sobre todo a mismo nivel de impuestos.
Entre las ventajas se cuenta que el proceso de decisión de los legisladores debería ser más rápido, pues es más fácil ponerse de acuerdo entre menos personas, es decir menos representatividad, pero más leyes. A su vez, con menos asambleístas es más fácil para la población civil controlar las acciones de cada uno, reduciendo así la asimetría de información entre políticos y ciudadanos, mejorando así el proceso de rendición de cuentas.
A su vez, la excesiva cantidad de partidos políticos crea una “guerra de desgaste”, donde más que a proponer proyectos, los partidos se dedican a bloquear los proyectos de los otros haciendo que nada suceda. Reducir el número de asambleístas parece una solución al síntoma y no a la enfermedad, como tomarse un ibuprofeno para un tumor cerebral. Pues en realidad, lo que hay que modificar serían las leyes electorales, que regalan dinero y promueven la presentación de cualquier payaso con un mínimo de fama.
De hecho, la investigación indica que reducir legisladores vuelve la competencia política más feroz, pues las ganancias de ser asambleísta se multiplican. Así, el voto vengativo contra los corruptos de la asamblea” es contraproducente. Si el conocimiento popular tiene razón, que la asamblea se mueve por trueque o compra de votos, pues con menos será todavía peor. Al haber menos asambleístas, el voto de cada uno tendrá mayor valor, es decir se vuelve más caro. El precio de presentarse será más caro, y las ganancias de la corrupción más grandes, nomás que entre menos personas. Por eso no es conveniente argumentar con emociones.
Este aumento de los intereses en juego y por tanto de la competencia desleal afecta a su vez a la representación femenina, pues la Welch y Karnig, entre otros, evidencian que el porcentaje de mujeres se reduce conforme se reduce el número de legisladores (siendo lo contrario también verdad). No me pregunten por qué, pero aparentemente, cuando aumentan las apuestas, la competencia desmedida se vuelve más atractiva al sexo masculino (la famosa testosterona). El desbalance en la paridad de sexos se verá luego reflejado en las leyes. Reducir asambleístas es crear una clase política más poderosa y dominante.
La economía está hecha de intercambios, cuya importancia es más fácil de juzgar cuando se conoce la magnitud de cada efecto, sin embargo, en este caso, tendrá que juzgar usted con este poco de información ya que, para tener una respuesta precisa, habría que hacer un estudio, que evidentemente, el gobierno no contrató. Tantos expertos en el país para nomas de lanzar una consulta arbitraria que más parece conformarse a intereses personales que nacionales.
Referencias
Taagepera Rein, 1972 “The size of national assemblies”
De Santo, Alessia, Benoît Le Maux, 2022, “On the optimal size of legislatures: An illustrated literature review”
Welch, Susan y Albert K. Karnig, “Correlates of Female Office Holding in City Politics”