Esta carta la envíe a un periódico de Santa Fe llamado El Litoral en abril 2019, no les culpo por no publicarme, pues aún no tenía el toque dramaturgo, apenas comenzaba a escribir de fútbol en Instagram con el #sobrevaloradoseuropeos y el #folkloreyfutbol, no existía El Periférico. La publico sin cambiarle nada, porque la conclusión ya es una realidad:
Anda suelto por la argentina un economista nefasto, un Kirchnerista político de la derecha económica, el cual a través de insultos originales y un peinado peculiar logra llamar la atención del ciudadano sin conocimiento económico, persuadiendo de su doctrina ridícula a través de gráficos fuera de contexto y ejemplos incompletos. Javier Milei es una variación más del populismo antidemocrático, aboga por un estado sin impuestos y por ende sin regulación en nombre de la “libertad”, usando anáforas del tipo “¿qué pasa si te apunto una pistola para pedirte caridad?”. Lo que el se rehúsa a reconocer es la libertad de los pobres, porque ¿Quién no tuvo derecho a educación y salud, que libertad tiene?
Detrás de su propia lógica se esconden sus errores, la paradoja del economista absolutamente neoliberal: todos son egoístas y los que no, deberían. Por lo tanto, el también calcula su acciones en función de sus intereses personales, y dice a las personas lo que a él le conviene predicar, sea por quien lo financia, o porque simplemente le hace sentir mejor con su persona desprovista de empatía.
Si el tuviera razón, las soluciones de los problemas sociales serian fáciles y el estudio de la economía un completo desperdicio, pero lejos de ahí la realidad. Existen tipos diferentes de mercado (niveles de concentración, estructura de costos, etc.) que exigen diferentes niveles y tipos de regulación o desregulación, el objetivo del micro economista es lograr optimizar esos mercados para maximizar tanto la satisfacción de los consumidores como las ganancias de las empresas, sin perder los incentivos a la innovación.
En el mundo perfecto, esa armonización mercantil recolecta suficientes impuestos (los cuales también son una forma de regulación) para concertar los mercados que necesitan intervenciones estatales costosas para no ser socialmente deficientes; como mínimo absoluto se necesitan calles iluminadas para poder funcionar en sociedad. Lastimosamente, ese no es el caso, lo que obliga a sufrir algunas distorsiones en los bienes o servicios de menor importancia. Parece preferible en una sociedad que por ahí alguna persona pague más por una joya o que una empresa pierda un reducido porcentaje de sus beneficios para que un infante tenga acceso a la educación. Mientras lo que propone el nefasto es simplemente maximizar las ganancias de las empresas sin tomar en cuenta ni al consumidor, ni ningún atenuante social, esa ideología no es nueva, tiene nombre y es el corporativismo.
Por otro lado, el objetivo del macroeconomista es (o debería ser) que las políticas estatales mantengan coherencia con las metas de la sociedad, manteniendo la inflación y el tipo de cambio estables. Decir pavadas del tipo “la inflación es un fenómeno únicamente monetario” justificando con la retórica de que recién hoy en día la inflación de Ecuador tiende a cero cuando el país lleva 20 años dolarizado, y con la inflación yendo en sentido inverso de la de Estados Unidos no solo muestra una ignorancia digna de personaje de película sino que una escases de vergüenza con sus colegas de profesión.
Latinoamérica perdió la oportunidad de imponer su propio modelo de desarrollo, de ser un continente integrado y una fuerza mundial principalmente por las intervenciones dictatoriales que llegaron hasta a modificar la idiosincrasia de los ciudadanos. Hoy en día, personajes como Milei intentan traer el corporativismo de vuelta a Argentina por vía democrática. No dejemos que la presión cambiaria, las deudas de regímenes populistas, los juegos de poder externo y los malos gobiernos nos lleven a hacer elecciones todavía peores. No permitamos que un payaso de twitter sea la cuna del estado fallido.