¿Podría una dona determinar el futuro de la humanidad?
La pandemia del COVID-19 ha generado una crisis sanitaria, social y económica en todo el mundo y ha demostrado la fragilidad del sistema capitalista para enfrentarse a una situación como esta, especialmente en países emergentes y subdesarrollados[1], denominados popularmente como Sur Global. En América Latina en particular, la pandemia ha provocado que más de 20 millones de personas caigan en situación de pobreza, llegando a un total de 209 millones a fines del 2020[2].
Si bien algunos datos muestran que las restricciones de movilidad y la crisis provocada por la pandemia redujeron las emisiones en algunas ciudades, esta reducción fue rápidamente revertida y no tuvo mayor efecto global. De todas formas, muchas ciudades desarrollaron, de urgencia, infraestructura para formas de movilidad sostenible, como son las ciclovías y transporte masivo en general.
Con esta situación en mente, podemos pensar un poco en cómo hemos llegado a este punto. A lo largo del SXX se fue abandonando el capitalismo común y se adoptó una forma de capitalismo salvaje, el que, actualmente, es prácticamente el único modelo económico utilizado en el mundo (sí, hay algunas excepciones). La pandemia y crisis social, sumada a la emergencia climática, plantean dudas sobre el futuro de este modelo que rige nuestra sociedad y nuestras decisiones. De esta forma, el desafío que se nos presenta es diseñar una recuperación que se haga cargo de las vulnerabilidades que demostró tener el capitalismo imperante y, a la vez, buscar cómo poder traer los necesarios principios ecológicos a esta discusión y al futuro económico.
Considerando esta situación, el presente artículo busca presentar una alternativa de un nuevo modelo económico, más allá del análisis planteado por neoclásicos y las distintas corrientes keynesianas, monetaristas y neoliberales. Los planteamientos de este modelo se basan en una dona , ofreciendo un modelo que considere el bienestar de las personas dentro de los límites planetarios en una forma simple, visualizable y con importantes implicancias para el desarrollo futuro.
La vieja economía capitalista basada en el crecimiento
La recuperación social y económica post-pandemia nos brinda una enorme oportunidad de cambiar la forma en que entendemos la economía y los objetivos que esta busca. Actualmente, la economía es vista y comprendida como un eterno viaje hacia el crecimiento, entendiendo que este traerá la solución a todos los problemas que existen, ya sean estos relacionados a la pobreza, al hambre, a la salud, a la educación o a la desigualdad. Cuando uno de estos problemas acecha a un país, la solución de economistas siempre se asocia a la necesidad de crecimiento del PIB. Incluso, cuando se mencionan problemas medioambientales y la crisis climática, se plantea la solución del “crecimiento verde” (¿alguien alguna vez ha entendido qué es realmente esto?). Así, la solución siempre es crecer y seguir creciendo, que algún día seremos como los países desarrollados y pasaremos a tener sus problemas y seguiremos creciendo para buscar soluciones a estos problemas.
Y si, el capitalismo (al igual que otros modelos económicos del siglo XX) se basa en crecer, crecer y crecer. Ya sea a través de mayor producción, de ahorro e inversión, de gasto gubernamental o a través del comercio, el modelo se basa en crecer. Estamos acostumbrados a pensar que una economía que no crece es una economía que tiene problemas y que no está pasando por un buen momento. El crecimiento es un dogma y un objetivo, una búsqueda permanente que mantiene despiertos a políticos y técnicos, incluso en Chile un político planteó que el crecimiento debe ser un derecho consagrado en la constitución. Y aquí nos podemos (y debemos) preguntar cómo ha funcionado. ¿Han terminado con la pobreza los países con mayor PIB? ¿Han reducido la desigualdad los países desarrollados? ¿Ha traído el crecimiento un mayor cuidado por el medio ambiente? ¿Ha contribuido el crecimiento a la igualdad de género? Al parecer no, los países crecen y crecen y muchos problemas siguen ahí, en distinta forma, en distinta medida, pero ahí están. De la misma forma, el crecimiento conlleva un mayor gasto energético, requiriendo inversión y más crecimiento para satisfacer y, así, seguir creciendo. Junto a esto, la ampliamente (y erróneamente) aceptada Curva de Kuznets (en donde la desigualdad crecía y luego decrecía mientras el país crecía), tampoco demostró ajustarse a la realidad, ya que el crecimiento no necesariamente ha traído una reducción de la desigualdad, sino que también en algunos casos la ha aumentado.
Por esto, la idea de crecimiento verde genera muchas dudas. Dado que el crecimiento se plantea como algo urgente y movido por las ganancias individuales, mientras que lo verde posee una dinámica distinta, en donde existe la necesidad de pensar como sociedad, se genera una contradicción que no parece tener solución. De esta forma, el dogma del crecimiento se toma a lo verde y nos deja con un mamarracho que, finalmente, nadie entiende ni puede aplicar.
Y así, en contraposición al capitalismo y la idea de crecimiento, algunos autores plantean la teoría del decrecimiento (la que podremos analizar a fondo en otra ocasión), creando un movimiento que aboga por sociedades que den prioridad al bienestar social y ecológico en lugar de a los beneficios empresariales, la sobreproducción y el exceso de consumo, a través de una redistribución radical, la reducción del tamaño material de la economía global y un cambio en los valores comunes hacia el cuidado, la solidaridad y la autonomía[3]. Pero lo que aquí nos convoca no es el decrecimiento, sino las donas, y no, no las que se comen (aunque les invito a comer una mientras leen esto).
¿Cómo una dona viene a solucionar esto?
No hablamos de las donas que tanto gustan a Homero Simpson y, según dicen, a los policías. La economista inglesa Kate Raworth, planteó el modelo de la Dona en su famoso libro Economía Rosquilla: 7 maneras de pensar la economía del Siglo XXI[4]. En su libro, Kate Raworth plantea que la economía requiere urgentemente cambiar sus objetivos, dejar de lado la mera persecución de la utilidad y el crecimiento del PIB, proponiendo la dona como una forma de entender mejor estos objetivos. Así, con estos nuevos objetivos y una metodología para un buen diagnóstico, las políticas podrán alinearse con esta forma de ver la economía y plantear soluciones concretas hacia cada aspecto que veremos a continuación.
De esta forma, Raworth plantea que las economías deben cumplir con cierta base social, entendida en 12 puntos que la teoría contempla, mientras que al mismo tiempo, mantenerse dentro del margen factible del planeta, planteando 9 fronteras ecológicas que no podemos cruzar. De esta forma, una economía está en déficit cuando no puede satisfacer las 12 bases sociales, mientras que está sobrepasada cuando cruzó alguno de las 9 límites planetarios. El espacio que queda entre las bases sociales y los límites planetarios es, justamente, la dona segura para la humanidad y el objetivo que la economía debe perseguir. Las bases sociales y límites planetarios pueden ser vistas de mejor forma viendo la dona misma que plantea Raworth:
¿Y cómo está América Latina en su dona?
Con esta teoría, es posible medir el desempeño de los países en sus propias donas. Y como era de esperar, ¡no estamos nada de bien! Un esfuerzo de la Universidad de Leeds[5] nos permite ver la situación de los países si los medimos y visualizamos con base en este modelo, pudiendo ver en qué aspectos están en déficit y en qué ámbitos están sobrepasados. La mayoría de los países llamados “desarrollados” están súper ultra duper sobrepasados (por ejemplo, las emisiones de CO2 per capita de EEUU son 13 veces el valor aceptable y las cargas de nitrógeno y fósforo de Dinamarca son más de 8 veces el nivel aceptable), mientras que muchos países subdesarrollados tienen grandes déficits en sus bases sociales. Para este ejercicio, han realizado pequeñas modificaciones a la teoría (de acuerdo a los datos disponibles y comparables), presentando las mismas ideas en 11 bases sociales y 7 límites planetarios.
Viendo la situación en América Latina, mucho se ha hablado del desarrollo de países como Chile, Costa Rica y Uruguay, quienes son los que presentan el mayor PIB y exceden en otros indicadores a la región, pero veamos cómo les va con sus donas. En el caso de Chile, presenta importantes déficits en apoyos sociales y en igualdad, mientras que está fuertemente sobrepasado (más del doble del umbral aceptable) en 4 límites planetarios (emisiones de CO2, huella de materiales, huella ecológica y emisiones de fósforo) y sobrepasado en otros 2 (emisiones de nitrógeno y uso de suelo). Por su parte, Uruguay presenta un déficit de igualdad (que es menor al chileno) y se encuentra fuertemente sobrepasado en 6 límites planetarios (los mismos 6 que en el caso chileno).
Distinto es el caso de Costa Rica, un país conocido por sus políticas sociales y ecológicas. Si bien el país tico presenta un déficit en igualdad (evidentemente menor que el chileno y uruguayo), sus límites planetarios, si bien sobrepasados, están en niveles mucho menores a los de Chile y Uruguay, no estando ninguno sobre el doble del umbral aceptable. Esto nos muestra las diferencias entre las formas de desarrollo que los distintos países han llevado y las prioridades que han tenido y tienen en sus políticas.
Revisando también la situación de los países grandes de América Latina, nos encontramos con una situación distinta. En el caso de México, si bien presentan importantes déficits en igualdad y democracia, así como también en sanidad y educación, solo sobrepasan por más del doble en 3 límites planetarios, teniendo 2 dentro de la dona. Brasil, por su parte, presenta un gran déficit en igualdad y en democracia, no sobrepasa ningún límite planetario por más del doble del umbral (estando muy cerca en 2 de estos). Esto nos indica que los países más grandes de la región aún pueden enmendar el rumbo en ofrecer sendas de desarrollo sostenibles, enfocándose en cubrir las necesidades básicas ilustradas en las bases sociales.
De la misma forma podemos revisar cada uno de los países de la región, encontrándonos con distintos déficits y límites sobrepasados. Así, revisando la situación de la región, podemos encontrar algunos puntos en común conocidos, como es la alta desigualdad de América Latina, pero también muchas especificidades de cada país. Por ejemplo, Ecuador se encuentra en niveles aceptables en lo que se refiere a la conversión de tierras, mientras Bolivia está en una compleja situación en el mismo indicador. Por su parte, Nicaragua solo cruza un límite planetario (la conversión de tierras), mientras tiene altos déficits en sus bases sociales, mientras República Dominicana presenta un altísimo nivel de CO2, junto a sus déficits sociales. Los casos de Perú y Colombia, países de similar PIB y población, tienen importantes diferencias en sus donas. Si bien Colombia tiene mayores emisiones de CO2, la huella de material peruana es mayor a la colombiana, sobrepasando el umbral planetario.
Si quieres conocer cómo se encuentra tu país y compararlo con otros países del mundo, puedes verlo aquí.
La economía del futuro
Entonces, ¿qué lección podemos aprender de las donas? La cuestión no es simple y requiere de grandes esfuerzos políticos y técnicos. En primer lugar, la economía de la dona nos invita a disociar (o separar) los conceptos de progreso y desarrollo del crecimiento económico. Como plantea la autora, “una economía saludable debe estar diseñada para prosperar, no para crecer”. Debemos olvidarnos y botar a la basura (o reciclar, claro está) los planteamientos de Walt Whitman Rostow en su “Manifiesto no comunista” y sus etapas de crecimiento (sociedad tradicional; sociedad transicional; despegue; camino a la madurez tecnológica; y alto consumo masivo[6]), especialmente su quinta etapa de “consumo masivo”.
Al mismo tiempo, una economía diseñada para prosperar debe poner un gran foco en la distribución (y redistribución). El tiempo ha mostrado (y demostrado) que la desigualdad no se reduce solo con crecimiento (es cosa de ver los casos de Chile y Sudáfrica), sino que se deben tomar acciones concretas para abordar el problema. Una economía saludable debe adoptar impuestos progresivos y considerar la revolución digital y otros desafíos venideros al momento de diseñar la distribución y redistribución de sus recursos.
Junto a esto, la economía circular juega un rol fundamental. La producción futura debe estar enfocada en la reutilización de bienes existentes y producir pensando en la futura reutilización o reciclaje, teniendo siempre en mente un sistema regenerativo. A su vez, fomentar las economías locales y otras formas de cubrir las necesidades (o bases sociales) sin sobrepasar los límites planetarios, promoviendo la soberanía alimentaria de países y sus territorios.
Las ciudades también jugarán un importante rol en la economía del futuro. Ya hemos visto cómo las ciudades se han convertido en actores propios en la economía y, como tales, deben tomar acciones proactivas para estar dentro de la dona. Por ejemplo, en el 2020 la ciudad de Ámsterdam anunció que utilizaría este modelo para planificar su recuperación post-pandémica[7]. Otras ciudades en Estados Unidos, como Philadelphia y Portland también están analizando este modelo.
Finalmente, la aplicación de esta teoría económica también debe considerar las relaciones económicas entre los países y sus relaciones de dependencia. Una recuperación sostenible que busque cubrir las bases sociales dentro de los límites planetarios debe dejar atrás las relaciones imperialistas y post-imperialistas de los países del Norte económico y considerar nuevas formas de entender el comercio internacional y las relaciones económicas en general. Por ejemplo, no tiene sentido que un país rico cambie toda su matriz energética por energías renovables si, para lograr esto, las produce en un país subdesarrollado con energías fósiles y otras formas de contaminación. Tampoco cambiará mucho si un país reduce sus emisiones de gases de efecto invernadero si sus vecinos no lo hacen, ya que la contaminación no entiende de fronteras políticas. Menos aún que algunos países de la periferia se enfoquen en actividades económicas extractivas pensadas principalmente en abastecer el sobreconsumo de los países desarrollados. Así, hay muchos aspectos del comercio internacional, y las relaciones internacionales en general, que deben considerarse para la recuperación y el desarrollo del futuro.
El capitalismo salvaje como lo conocemos puede estar (y ojalá lo esté) viviendo sus últimos años. La vulnerabilidad mostrada por la pandemia, junto con la incapacidad de este sistema de ofrecer una economía inclusiva y sostenible nos motiva a buscar una nueva forma de entenderla y buscar nuevos modelos que puedan ofrecer un mundo justo y en armonía con el planeta y sus ecosistemas. El modelo no busca demonizar el crecimiento, sino ponerlo en el contexto del planeta. Algunos países requerirán seguir creciendo para cubrir sus bases sociales, otros deberán enfocarse en retroceder en los aspectos en que están sobrepasados y muchos deberán analizar qué tipo y cuánto crecimiento más se requiere para poder estar en un nivel adecuado, sano y sostenible. Cada territorio y cada país dentro de su espacio seguro, dentro de su dona. ¿Será esta la solución? ¿Estarán las condiciones y voluntades políticas para adoptar un modelo que supere la lógica capitalista del crecimiento? Tal vez así sea, y tal vez, como lo plantea Kate Raworth, el futuro tenga forma de dona.
El Periférico arranca en 2021 con el fin de proporcionar la difusión de conocimiento, reflexión económica y el combate a la desinformación y a las noticias falsas respecto al camino que conlleva al desarrollo. Usted puede ayudarnos tanto compartiendo nuestros artículos como a través de aportes financieros.
Apoye este medio de información independiente con donaciones por cualquier monto, grande o chico. Tomarse un minuto para apoyar esta iniciativa, ayuda a mejorar la difusión del conocimiento y, tu democracia.
[1] Usando aquí el concepto “subdesarrollo” como lo plantea Frank (1966), en donde una economía está sin desarrollar (undeveloped) cuando no usa sus recursos y capacidades a plenitud (como es el caso del pasado de los países desarrollados), mientras que una economía subdesarrollada (underdeveloped) como consecuencia del producto histórico de las relaciones económicas y de otro tipo pasadas y continuas entre los países satélites (subdesarrollados) y los países metropolitanos (ahora desarrollados)
[2] CEPAL (2021), Panorama Social de América Latina 2020, Santiago, desde https://www.cepal.org/es/comunicados/pandemia-provoca-aumento-niveles-pobreza-sin-precedentes-ultimas-decadas-impacta
[3] What is degrowth? https://www.degrowth.info/en/what-is-degrowth/
[4] Raworth., K., 2017. Doughnut economics: Seven Ways to Think Like a 21st Century Economist. London: Random House UK.
[5] Más información puede encontrarse en O’Neill, D., Fanning, A., Lamb, W., & Steinberger, J. (2018). A good life for all within planetary boundaries. Nature Sustainability, 1(2.
[6] Rostow (1960), The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto. Cambridge University Press.
[7] Amsterdam Is Embracing a Radical New Economic Theory to Help Save the Environment. Could It Also Replace Capitalism? https://time.com/5930093/amsterdam-doughnut-economics/