TODOS SOMOS GRINGOS EN EL MERCADO ARTESANAL

La configuración de los precios y de la meritocracia misma viene de la economía industrial

La teoría clásica de comercio internacional de Ricardo también ha sido aplicada a las personas, cada uno se especializa en un único tema. Las ciencias sociales, y eso incluye a la economía, necesitan un entendimiento multidisciplinario, y ni siquiera hablo de economía y sociología, sino como mínimo de micro y macro como materias complementarias. Mientras, las teorías macroeconómicas se refieren al movimiento de estadísticas, la organización industrial es quien rige en las bases de la estructura económica de nuestras sociedades. Como saben, el diablo acecha en los detalles.

Los primeros semestres de economía sirven para entregar un marco teórico que supone ser la perfección del capitalismo a la que se debe aspirar. Ahí oferta y demanda se encuentran en un precio que maximiza el llamado “surplus” del consumidor (diferencia entre el precio y su disposición a pagar) y el del productor (beneficio). Conforme pasan los años se levantan las suposiciones que permiten a las matemáticas llegar a esta supuesta utopía, las cuales incluyen, un gran número de productores y consumidores sin barreras a la entrada y salida del mercado, productos homogéneos (es decir todos iguales), la inexistencia de externalidades (es decir que las empresas no causen estragos en su entorno), la inexistencia de costos fijos y de economías de escala ( es decir que el costo de producción no baje conforme más se produce); y otras realidades paralelas más. La suma de estos mercados y sus interacciones se denominan de “equilibrio general”, es decir forman la macroeconomía. En los años posteriores, el economista supone aprender todos los desvíos de este marco, para así buscar formas de acercársele lo más posible.

En este artículo vamos a explicar brevemente como algunas dinámicas de la estructura tanto de la oferta como de la demanda forman los precios que pagan en su vida diaria, pues en la realidad los costos y las disposiciones a pagar no son lineales. Luego, cada vez que sucede algún cambio que puede parecer intrascendente, ese cambio afecta las estructuras de algún porcentaje de mercados que muchas veces vienen a afectar otro porcentaje de mercados convirtiéndose en choques macroeconómicos.

Todos los mercados interactúan con esos cambios que pueden ser positivos o negativos. Para interpretar un cambio en la demanda es necesario primero identificar si es para siempre o temporal; ahí comienza el trabajo del economista. Luego, hay que buscar las razones de ese shift y si fuese adecuado intervenir ¿O ustedes creen que lanzar una predicción de crecimiento del PIB al 3% cada año va a cambiar algo? Como máximo ajusta las expectativas de ciertos sectores, luego hay que ver si atinaron, porque encima, por más modelo que tengas, el mundo es imprevisible, o sometido a lo que llaman “choques idiosincráticos”, pues hoy es una pandemia, y mañana, el motor de consumo mundial puede pasar de su primer presidente negro a uno racista.

La estructura de los mercados es lo que básicamente determina el salario y las fallas de ese mercado. Que un futbolista gane más que un médico no es porque la sociedad quiera que sea así, no es por lo que muchos dicen, de tener las prioridades mal puestas, es por la estructura de su mercado y las modificaciones que la tecnología causo en estos. 90 minutos son suficientes para saciar la sed de fútbol de millones de telespectadores (en otros tiempos, solo de los que entren en un estadio), mientras un médico necesita 6 horas para operar una única persona. Por más diferenciación de talento y estudios, una persona no puede pagar la suma de lo que pagan millones.

La estructura de mercado imposibilita una meritocracia según lo que la sociedad considera mérito. Este ejemplo no aplica solo a artistas y deportistas, sino también a quien trabaje tomando decisiones trascendentales, pero delegue su aplicación, pues es la producción en masa lo que justifica económicamente que un gerente de empresa gane mucho más que cualquier profesional que, sin importar cuanto haya tenido que estudiar, trabaje con sus propias manos para productos que sacian un individuo a la vez. En este caso, la estructura de los mercados es por naturaleza diferente, y la tecnología terminó de acentuar esa diferencia. La misma reflexión es posible con los cantantes, de la misma forma, la diferencia de salario entre un actor de teatro y uno de cine no se debe únicamente a la calidad de su actuación. Luego, la remuneración del capital crece conforme crece el capital, mientras la remuneración del trabajo crece solo con la experiencia, y esta limitada por el tiempo disponible.

Los salarios de los futbolistas llegan a niveles en los que no cambian en absoluto su rendimiento (si le pagas 10 o 11 millones, Messi va a jugar igual dice la ley de los rendimientos decrecientes del salario), sin embargo, no se los regula, por ejemplo, poniéndoles más impuestos, pues estos escaparían simplemente al país de al lado. Stiglitz[1] (2012) asegura que uno de los grandes problemas de la economía moderna es que tenemos libre circulación de capitales en vez de libre circulación de personas, de esta forma los países compiten por atraer los capitales, con malas condiciones laborales y salarios bajos, en vez de atraer a los trabajadores, con oportunidades de educación, salud y seguridad.

Si algo es verdad de eso, es que los países compiten entre ellos, por eso se ven obligados a desregular y permitir que un futbolista gane más que un médico. La única forma de que se pueda regular estos mercados es haciendo una regulación comunal, que promulgue el mismo tipo de competencia que ahora, con la diferencia que los montos que ya no generan mayor rendimiento vayan hacia la sociedad. Esto solo es posible, si los países colaboran en vez de competir, pues sino el que regule se quedará sin fútbol.

La misma estructura de demanda también determina el precio y la calidad. Cuando usted va a un mercado informal, verá que por lo general el vendedor intentará sacar el máximo que usted esté dispuesto a pagar, teniendo un precio diferente para cada persona, recolectando así el dinero de quienes menos tienen y también el máximo que daría quien más tiene, en vez de ganar solo lo que un precio promedio te puede dar. Por suerte, pensará usted, las empresas formales no tienen esa opción, pues no le pueden cobrar según qué tan cara de gringo tenga.

Se equivoca buen amigo, existen otras “tácticas” como la llamada “discriminación de tercer grado” que consiste en ofrecer un precio diferente a diferentes grupos sociales. De esta forma los cines maximizan sus ganancias ofreciendo un precio menor a estudiantes (que suelen ser más jóvenes y pobres) y subiendo el precio del resto del público general. De esta forma extraen la mayor parte del valor agregado. ¿Alguien pensó que lo hacían por solidaridad con los estudiantes? Jaja. Si usted no es estudiante, usted es el gringo.

Ahora que saben que hay formas de explotar las diferentes disposiciones a pagar, se imaginarán que no solo se puede a través de un carné estudiantil. Existe también discriminación por las cantidades (“de segundo grado”), simple como la venta al por mayor, entre más compra, más barato. Luego, la discriminación más natural de todas, por la calidad, un producto de mayor calidad es más caro. En este caso, en vez de la empresa ofrecer un precio según las características observables del comprador, el comprador se AUTOSELECCIONA entre la oferta de productos.

Pero ¿qué pasa cuando tu demanda está muy dividida, como en Latinoamérica donde la clase media es casi inexistente? Se usa la calidad para explotar las disposiciones a pagar. Se ofrece el producto de calidad normal a un precio que solo la clase alta pueda estar dispuesta a pagar. Luego se saca una versión empeorada de ese producto para la clase baja, el truco está en que la calidad de ese producto tiene que ser lo suficientemente mala para que las personas adineradas no quieran comprarlo, pues tener dinero no es lo mismo que querer gastarlo sin necesidad, lo llaman de “restricción de incentivos”. En otras palabras, quien paga primera clase no lo hace por la comodidad de esta, sino para escapar al incómodo de la clase económica. Decorre de ahí que en todo mercado donde no haya competencia perfecta (básicamente ninguno) donde el producto sea un bien o un servicio que compran personas de todas las clases sociales, en países con mucha desigualdad, este mecanismo tendrá un efecto tanto sobre los precios como sobre la calidad de los artículos ofertados.

Se han registrado compañías que PAGAN ADICIONAL por empeorar sus productos, Luis Cabral[2] (2000) da varios ejemplos de esto como por ejemplo IBM que en 1990 vendía dos modelos de impresora con exactamente las mismas características, excepto que en una incurrió en un costo adicional para ponerle un chip que haga que imprima menos hojas por minuto. Así, el modelo más caro de producir era el más barato en el mercado. ¿El resultado de esto? Los pobres tienen acceso a productos de pobre calidad, a los ricos se les extrae tanto como es posible con productos superfluos, las multinacionales se llevan ese dinero a sus paraísos fiscales respectivos, y nosotros ingenuamente creemos que el precio relativamente alto se debe únicamente a los aranceles.

Y todavía no llego a lo más loco, fíjense que dentro de la teoría microeconómica se considera el bienestar social como la suma de las ganancias del productor y las del consumidor (cuánto menos pagó de lo que hubiese sido su máximo aceptable). En el caso de la discriminación perfecta se considera el bienestar social como maximizado, aunque pertenezca enteramente a la empresa, pues el producto habría copado o saturado todo el mercado posible. Si hubiese un precio único, la empresa preferiría vender menos que poner un precio que incluya a todos, de esa forma los menos dispuestos a pagar se verían excluidos del mercado, y una parte del beneficio de la empresa se vería transferido hacía quienes tengan mayor disposición de pago, generalmente los más ricos. Básicamente, si el vendedor del mercado artesanal no pudiese mover sus precios según su cara y acento, SOLO vendería a los gringos. He ahí una de las tantas dificultades de la regulación.

En la teoría de la competencia perfecta, la estructura de costos crecientes hace que la empresa tenga apenas para remunerar el trabajo y el capital, es decir en un mundo donde el precio es igual al costo de producción, no existen ni siquiera economías de escala. Sin embargo, en este mundo de mercados imperfectos la estructura de la demanda es tan o más importante que los costos en la definición del precio. Sino vaya usted a un restaurante de playa y verifique que un camarón apanado pedido dentro del menú “desayuno” cuesta menos de la mitad que el mismo camarón en el almuerzo. De la misma forma que el petróleo suele subir de precio en invierno, los precios de un plato cambian durante el día, pues el precio de las cosas depende no solo del costo y de a quien se le vende, sino el momento en que se vende. De hecho, en econometría se controla estos efectos poniendo una variable llamada de “estacional”[3], así mismo se considera más razonable comparar la inflación de julio con el mismo mes del año anterior que con la inflación de junio.

Cabe recalcar, que ejemplos de esta práctica existen sobre todo con la tecnología pues ahí existen medidas subjetivas de calidad, muy difícil para un economista comprobar que una papa sea peor que otra, aunque no por la dificultad de comprobarlo, no pueda ser verdad. A las prácticas de la economía industrial no les importa la comprobabilidad. En parte, es por esto que la recolección de datos se ha vuelto tan importante en la economía de hoy, los datos te crean una imagen del consumidor y te permiten explotar su disponibilidad a pagar tanto como sea posible, mézclenlo con precios determinados por algoritmos, que hasta coluden a las empresas tácitamente, y tendrán el mercado de las aerolíneas. Entre los muchos usos que puedan tener estas tecnologías, esta el de extraer el surplus del consumidor.

Estos ejemplos muestran como la macroeconomía es la suma de particularidades microeconómicas, las cuales a su vez también dependen de la demanda agregada. Así y todo, hay un mercado que se ocupa tanto de las decisiones de regulación, como de las macroeconómicas, es el MERCADO DE LA POLITICA. Pues, los académicos tienen el trabajo de buscar soluciones y los políticos de implementarlas, esas implementaciones nunca llegaran si es que su radar de acción no los incentiva a hacerlo. Pues, la regulación y las políticas macroeconómicas tienen que necesariamente ser dinámicas, avanzar con el mercado. No basta con que varios académicos modelen y busquen soluciones, luego es necesario también que LE SEA CONVENIENTE AL POLÍTICO aplicarlas.

No es solo el tiempo que pasa mientras el político lee el estudio en cuestión, también el tiempo que el cambio de regulación demora en serle conveniente. Hay un desfaz incalculable entre el estudio y la voluntad de aplicación, luego de ser introducida, una ley en Estados Unidos demora en promedio 461 en pasar[4]. En todo caso si entendemos la macroeconomía como la suma de los mercados, es de vital importancia el saber hacer que estos funcionen de la forma más eficiente posible, aun así, Ecuador solo tiene una agencia de regulación del poder de mercado desde 2009. Claro, la regulación no viene sin sus problemas propios, como lo veremos en un próximo artículo sobre las teorías de la regulación.

Las corrientes macroeconómicas permiten difuminar ideologías políticas entre los diferentes sectores de la sociedad ofreciendo a las personas una justificación científica para defender su visión sobre cuanta intervención deba tener el estado. Así, la simpleza política lleva a las personas a polarizarse y querer mantener una política unilateral, lo mismo para todos los mercados, independientemente de las necesidades individuales de cada uno.

 La UTOPÍA contraria a la utopía comunista seria que todos los mercados desregulados funcionen perfectamente y las conveniencias individuales sean SIEMPRE convenientes para la sociedad, sin embargo, las utopías no existen en ningún extremo del espectro, los resultados dependen de las estructuras de oferta y demanda, lo cual resulta altamente aleatorio. Nada en la historia del mundo apunta a que la aleatoriedad de los acontecimientos haga que estos funcionen automáticamente de forma perfecta, pues no existirían economistas. El modelo capitalista dicta que a la competencia es a lo que debemos aspirar, sin embargo, la competencia no se crea sola, pues la manera más fácil de ganar es no teniendo competidores. En efecto, en el extremo contrario del comunismo, está el corporativismo, donde la ley se dirige adonde mande el dinero. En ambas distopias se elimina la competencia.

No tengo respuesta al nivel de intervención necesaria de un estado, pues esta depende de sus mercados, sin embargo, si bien las condiciones económicas y la situación externa las determinan los políticos, quienes forman la economía son las empresas y los hogares. La estructura de estas dos variables definirá que tan grandes son y como se reparten las ganancias en cada mercado, al igual que los efectos colaterales de estos para la sociedad. Por tanto, tiene sentido enfocarse en el comportamiento de estos agentes en cada mercado adoptando así un enfoque de INTERVENCIONISMO ESTRUCTURAL. Es decir, en los mercados donde se detecte un mal funcionamiento, buscar las razones de este en los incentivos de los agentes, y modificarlos para que solito este mercado alinee sus ganancias con las de la sociedad, pues a la final ese es el objetivo final de la economía industrial: QUE EL COMPORTAMIENTO LIBRE DE LOS AGENTES INDIVIDUALES SEA BENEFICIOSO PARA EL COLECTIVO.

En efecto, todas las alternativas económicas están sometidas al marco reglamentario del país, ¿no se debería entonces argumentar que ese marco sea favorecedor para la sociedad completa? ¿Como lograrlo sin crear un estado obeso y excesivamente regulador? Interviniendo estructuralmente a quienes están encargados de poner atención a los mercados, y poniendo las estructuras de incentivos en su lugar. Es decir, institucionalizando los países.

Miles de teorías y de estudios empíricos demuestran que la macroeconomía se maneja según los incentivos microeconómicos de los políticos. Por ejemplo, Buchanan y Wagner[5] (1977) muestran que los políticos podrían aprovechar de la “ilusión fiscal” que desestima la importancia de la deuda para sobre endeudarse y ser reelectos. Alessina y Tabellini[6] (1990) van más lejos y teorizan que podrían abusar del endeudamiento cuando van a perder la elección para reducir las posibilidades de gasto del siguiente gobierno. Alesina[7] (1989) muestra que los gobiernos conservadores suelen aumentar el desempleo en cuanto los gobiernos de izquierda suben la inflación. En fin, para quien interese, Alesina y Peroti[8] (1995) hacen un resumen de la literatura del que podemos concluir sin lugar a duda que el sistema electoral, y los incentivos de los políticos son una variable determinante de las decisiones de endeudamiento de un país.

En un mundo perfecto, esas decisiones se harían en función de lo que sería óptimo para el país – “lo que haría un GOBERNADOR BENEVOLENTE”- dicen los economistas en sus peipers, cuando quieren presentar la política optima, resultado que matemáticamente es INDEPENDIENTE de izquierda o derecha cuando se calcula tomando en cuenta la función de beneficio de la empresa y del consumidor. Filosóficamente, lo óptimo para el país depende de cada uno, para el economista es la maximización de la suma de las utilidades individuales, o de la utilidad social, la cual en teoría se define con el voto.

En definitiva, como ven la micro crea la macro que toma decisiones que afectan a la micro, solo que esas decisiones vienen conformadas por las condiciones microeconómicas del mercado de la política y sus influencias exteriores. En ese contorno se vuelve fácil entender que, para poder poner la economía a nuestro servicio, primero hay que lograr poner los incentivos de los políticos en orden. Por eso, próximamente abordaremos el funcionamiento de la regulación y los modelos del MERCADO POLITICO que les presentaremos en varias etapas que incluirán temas como las transiciones democráticas, el populismo, la corrupción y el salario de los legisladores, todos íntimamente ligados entre ellos.

[1] Stiglitz, Joseph, 2012, “El precio de la desigualdad”, Taurus

[2] Luis Cabral, 2000, “Introduction to Industrial Organization”

[3] “Seasonal” en ingles.

[4] https://pmg.org.za/page/How%20long

[5] Buchanan, James and Richard Wagner, 1977, “Democracy in Deficit” Academic Press

[6] Alesina, Alberto and Guido Tabellini. 1990. “A Positive Theory of Fiscal Deficits and Government Debt”

[7] Alesina, Alberto. 1989. “Politics and business cycles in industrial democracies”

[8] Alesina, Alberto and Roberto Perotti. 1995. “The Political Economy of Budget Deficit”

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Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.

No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.

3 thoughts on “TODOS SOMOS GRINGOS EN EL MERCADO ARTESANAL”

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