Cómo se llega al último recurso de negociación
Para hablar de instituciones, es necesario primero entender cómo estas se forman a través de negociaciones de poder o levantamientos y revoluciones. En efecto, la democracia es un tema que se estudia en economía. Para el estudio económico, los grandes líderes no son una coincidencia, existen razones detrás que son lo que los hace subir o bajar, lo que los mantiene o los bota, razones de incentivo personal que motivan sus acciones. En la historia muchas cosas pasan al azar pues si no, no existiría libre albedrío, pero mucho de ese azar viene determinado por los vientos que se mueven. Acemoglu y Robinson[1] (1999) intentan entender de dónde surgen las revoluciones o como ellos lo llaman “modelos de transición política”. Ulala, señor francés.
Se apoyan en ciertas suposiciones que no son completamente la vida real, pero le tienen cierto acercamiento. En una democracia con mucha desigualdad, el votante “mediano”, es quien vendría siendo la persona que su nivel de ingreso esta justo debajo del 50% más rico, y por consiguiente justo por encima del 50% más pobre. Suponen entonces que el nivel de impuestos de ese país será el reflejo de la voluntad de esa persona, pues es lo que desea el 50+1 de la sociedad. Suponiendo claro, que impuesto significa redistribución, el modelo es también representativo del mismo funcionamiento de la política económica con respecto a la desigualdad. En países con mucha desigualdad y democráticos, ese ciudadano que representa la voluntad del pueblo es pobre, y por tanto decide una tasa impositiva que favorezca a los de su clase social. Lo contrario sucede en un régimen autocrático, los impuestos y su distribución lo deciden los ricos a su favor, verdad es que hasta ahora no he oído de un dictador con riqueza material meramente regular.
Ahora, les ahorraré el modelo contándoles el mecanismo concreto. En un régimen autocrático los pobres están excluidos del sistema político, por tanto, la elite decide el nivel de impuesto, el cual llega hasta el límite máximo que permita que no explote una revolución. Sin embargo, si explotan, las revoluciones necesitan una forma de COMPROMISO que asegure que no te quitarán lo ganado dos meses después. En efecto, las instituciones políticas cambian mucho más lento, y con mucha mayor dificultad que las económicas. El futuro es incierto, y no hay porqué creerle a la elite que mantendrá las concesiones. La transición a la democracia es lo que hace creíble este compromiso. En Chile, a pesar de que se estaban concediendo cosas, cómo promesa de mejorar el sistema de jubilación y salud, el reciente estallido social duró hasta que hubo el compromiso de una nueva constitución, pues la jubilación y la salud podían sufrir otra reforma tan pronto acabasen las protestas. Es decir, la transición política se da por la imposibilidad de asegurarse de la permanencia de las concesiones, y de que estas sean hechas realmente. En este modelo, es el exceso de desigualdad lo que pone en marcha la lucha por el creíble compromiso que llamamos de democracia. Tanto Acemoglu como Robinson son economistas pro-mercado reconocidos en todos los círculos académicos, sin embargo, su modelo es básicamente el funcionamiento de la famosa “lucha de clases”. El mapa de las votaciones de Santiago confirma de cierta forma este modelo, pues justamente de las 52 comunas de la ciudad, solo las 3 más ricas votaron en contra de crear una nueva constitución.
En efecto, la desigualdad y el régimen político están fuertemente correlacionados. Kawanaka y Hazama[2] (2016) realizan un estudio que incluyó 75 países y arrojó que la calidad del sistema político y la democracia son determinantes de la desigualdad, comprobando una correlación clara. Si creemos en el modelo anterior, esta relación se explica porque la desigualdad es en parte causante de la democracia, a la misma vez que la democracia es un compromiso de la elite para bajar la desigualdad.
Por otro lado, las democracias pueden recaer en dictadura, el electorado pobre puede poner un nivel impositivo relativamente bajo, para que la elite no considere la opción del golpe de estado. Sin embargo, tampoco hay forma de que se comprometan de forma creíble, por lo que la elite podría aguantar el costo de botar la democracia. Entre mayor sea la desigualdad, en teoría mayor será el nivel impositivo preferido por el pueblo, ya que se interpretará como mayor redistribución. Por tanto, mayor sería la ganancia de la elite en realizar un golpe de estado, pues este reduciría los impuestos que tienen que pagar. La reforma agraria es una forma futuramente creíble de repartir la riqueza. Sin embargo, también es causa de golpes pues justamente los vuelve más atractivos para la elite, como lo hizo en Guatemala en 1954, en Brasil en 1964 y en Chile en 1973. Nadie dijo que la elite tuviera que ser únicamente local.
Es decir, la desigualdad causa tanto las revoluciones populares como los golpes de estado. En 1788 ya decía James Madison[3] que la inestabilidad política es mayor en cuanto mayores sean las ganancias del poder político. Básicamente, mientras más desigual es la sociedad, más grande será la ganancia de tener el poder político. Entre mayor sea la desigualdad, mayor será la preferencia del gobierno por reprimir en vez de conceder. El gobierno concederá entonces ante las demandas populares en el momento en que reprimir tiene mayor costo que conceder. Desde el punto de vista de la gente, entre más desigualdad exista, más cara habrá que vender la derrota. La desigualdad es causa de conflicto social.
Se explica entonces que el gobierno chileno en algún punto haya cedido, mientras en Venezuela la represión nunca haya acabado. El costo de reprimir parece más bajo cuando de por medio te juegas la quinta reserva de petróleo mundial. El modelo se extiende a varias posibilidades más, como que los impuestos puedan ser dirigidos hacia ciertos grupos de forma que puedan los ricos subir los impuestos de los pobres y repartirse su trabajo entre ellos, cómo lo hacían los españoles con los indígenas a través de los tributos, más recientemente las concesiones a empresas en todo África, o básicamente cualquier dictadura y algunas democracias. Lo cierto es que como para casi todo, la educación es solución, pues permite mejorar las ganancias de los pobres sin afectar a los ricos, o hasta afectándolos positivamente, pues a toda empresa le viene bien el capital humano.
Los problemas institucionales que se retroalimentan de los recursos naturales generan mayor desigualdad, luego, los gobiernos con más recursos tienen más dinero para reprimir, y eso se puede retransmitir en guerra civil. En efecto, en una investigación criticada por el resto de las ciencias sociales, Collier y otros[4] (2003) muestran que más que por odios étnicos y religiosos, las guerras civiles son causadas por la alta dependencia en recursos naturales, el declino económico y por supuesto, la desigualdad.
Luego, en las épocas presentes se alargan debido a la facilidad para conseguir armas y financiamiento, lo que posteriormente se convierte en lo que llaman de “conflict trap”, porque deja una gama de organizaciones con inversión en capital y habilidades que solo sirven para propósitos violentos que te hacen caer más fácilmente, o te atrapan más fácilmente en la “trampa del conflicto”. Básicamente, nadie quiere desaprovechar sus inversiones, de la misma forma que usted no quiere botar a la basura esa tostadora que todavía sirve, pero siempre quema el pan. Por eso, un acuerdo de paz solo puede ser logrado si se entregan o destruyen las armas. Parecen temas que no nos conciernen pues ya no son del radio de nuestro continente en la actualidad, sin embargo, no olvidemos que las FARC llevan existiendo más de 70 años.
Recordemos ahora, que las instituciones son tanto políticas como económicas, el sistema electoral que en nuestros países se mueve a gusto de quienes lo manejan es una institución política. Por otro lado, los derechos de propiedad, las barreras de entrada a los mercados, las posibilidades contractuales son instituciones económicas CREADAS por la institución política, la cual a su vez también se ve modificada por poderes económicos. Aun así, los economistas encuentran resultados diversos y contrarios cuando analizan entre países si la configuración de las instituciones políticas, es decir democracia o dictadura, tienen efectos en la economía. Por esta razón, los autores realizan una extensión de este modelo en que la repartición del pastel económico da forma al sistema político.
En ese modelo las transiciones políticas ya no son causadas únicamente por luchas sociales. Dentro de la elite existen dos tipos de poderes, el político y el económico, los dos son complementarios, pues el poder económico puede hacer un gasto para acaparar poder político, el cual a su vez, puede modificar las instituciones económicas. Es decir, cada uno tiene apalancamiento sobre el otro. Cuando el poder político abusa justamente de su apalancamiento, el poder económico puede buscar botarlo. El poder político es el de las mismas instituciones. Lo poseen los políticos a través de su estatus y de la represión, mientras el económico incurre en un costo que le permita modificar justamente la naturaleza del poder político o acapararlo, en algunos casos se llama corrupción.
En la formalidad de su paper, los llaman poder “de jure” y “de facto”. Si adivinan cuál es cuál es porque entendieron la naturaleza de cada uno, pues en realidad los dos son un tipo diferente de poder político. El poder político “de jure” permite hacer y deshacer leyes que modifican el clima económico, aunque también se somete hasta cierto punto al electorado. El otro tipo de poder se posee como resultado de la riqueza que permite realizar lo que llaman de “inversiones estratégicas”, las armas o la habilidad para resolver problemas colectivos. El funcionamiento de la economía se ve decidido por la negociación o ataque entre esos dos poderes. El adquirir poder político representa un gasto que las elites económicas están dispuestas a realizar pues son menores en número y tienen una mayor ganancia esperada.
Así, el sistema político, es un tipo de institución para las decisiones colectivas, puede ser dictadura o cualquier tipo de democracia. A su vez, se ve determinado por los diferentes poderes existentes en la sociedad, y los cambios de esta también. Es decir, el desarrollo de largo plazo de los países está definido por la interacción entre los poderes de la sociedad y la solidez de sus instituciones, pues cada uno influye en el otro. Ciudadanía, elite política y económica, esos 3 poderes buscan cada uno la mayor parte del pastel posible.
Nuevamente, mientras más tenga la élite en juego, más tendrá para ganar del método represivo. Paradójicamente, el modelo predice que la presencia de una ventaja democrática para los ciudadanos (mayor poder “de jure”), llevará a que la elite incurra en un mayor gasto para capturar el poder político “de facto”, y así evitar los costos futuros de la democracia. Por ejemplo, China persigue a sus multimillonarios en el campo tecnológico, pues teme que estos adquieran demasiado poder de facto y sean un peligro para la clase política. No es un miedo irracional, pues en Estados Unidos, Twitter se permitió de censurar al presidente. Básicamente, el gobierno incurre en las perdidas de la represión a la élite económica, para evitar justamente que esta crezca demasiado y pueda cambiar el sistema a su favor.
La inversión para “capturar” la democracia por parte de la élite política o económica dependería de las instituciones, las cuales determinan en parte el costo de adquirir poder “de facto”. Considerando que las instituciones políticas cambian de forma mucho más lenta que las instituciones económicas, se puede llegar a un equilibrio en el que las instituciones económicas favorecen más a la élite en democracia que en dictadura.
Si bien la historia de la independencia incluye una voluntad de los pueblos, una lucha entre lo que llaman soñadores y realistas, Simón Bolívar obtuvo gran parte de su financiamiento de bancos ingleses, pues claro, les era conveniente. “Según Guillermo Arosemena, a partir de 1812 se despertó en Inglaterra una fiebre de inversión y especulación hacia América Latina, constituyéndose compañías para la explotación minera, transporte naviero, representación comercial y financiera, entre otras.”[5] Recordemos también que Manuela Saenz, compañera de Bolívar, poseía esclavas y era mestiza de alta alcurnia. La lucha por la independencia no vino desde abajo. Este es un ejemplo del poder “de facto” cambiando la naturaleza del poder “jure”.
Alrededor del mundo se encuentran ejemplos sin remontar tan lejos, en Sudáfrica una minoría blanca mandaba sobre el resto de la población negra hasta 1994 cuando cayó el apartheid. Inicialmente se interpretó esto cómo la liberación de una población, se crearía un estado inclusivo que trabaje para todos. En la práctica, la naturaleza de sus instituciones no cambió, la diferencia fue que ahora algunos negros también podían acceder al poder y ser parte de la elite, dejando a la gran mayoría de la población en una situación parecida a la anterior[6]. El columnista Patrick Gathara ve que lo mismo pasó en Kenya después de la independencia en 1963. El doctor en filosofía Kenyano Reginald Oduor, remarca entonces que el colonialismo no corresponde a un evento o época, es una estructura de explotación y exclusión la cuál no forzosamente necesita basarse en el color de piel.
Por eso, las palabras claves de las transiciones políticas e institucionales son credibilidad y compromiso. Pues, cuando los grandes mercaderes vieron que las monarquías podrían dejarlos tranquilos un día, pero no toda la vida, pidieron cambios que den la credibilidad de que no podrán ser expropiados. La tan famosa revolución francesa fue de hecho llevada a cabo por la burguesía. La única manera de que el COMPROMISO sea CREÍBLE a futuro es cambiando las instituciones que permiten revertir el compromiso, en algunos casos significa democracia. Claro, democracia no significa soltar el poder político ¿o acaso los europeos, tan civilizados y democráticos como son, no siguen teniendo personas que nacen OFICIALMENTE superiores a todas las otras, llamadas de realeza?
Estas teorías en su resultado más simple explicarían lo que afirman algunos escépticos de que en Chile las empresas se dedicaron a vaciar el país para preparar la entrada de Pinochet[7]. Simplemente, valía sacrificar unas ganancias presentes por unas ganancias futuras. Mas interesantemente, explican por qué muchas veces no se conoce mayor desarrollo luego de lograr un cambio de régimen. Supondrán al igual que uno, que estas teorías solo son demostrables a través de investigaciones de hechos históricos, pero no econométricamente; nos equivocamos.
En 1998, 31 años después de haber remplazado a Sukarno, quien había liderado la rebelión contra el imperialismo, Suharto deja su cargo como presidente de Indonesia (notaran que la guerra fría creo algunos semblantes históricos entre regiones). En fin, si bien Suharto deja su puesto, se permitió que los alcaldes apuntados por él acaben su mandato, mandato el cual no estaba sincronizado, por lo que a algunos les quedaba menos tiempo que a otros. Los alcaldes apuntados más tardíamente disponían de mayor tiempo para elaborar su “captura de la democracia”, como la construcción de redes de intermediarios políticos para comprar votos o hacer tratos con los militares locales. En fin, una tragedia que da nacimiento a un hermoso experimento natural[8].
Los resultados arrojan que un año más de mandato del alcalde de Suharto aumentaba en promedio 11% la probabilidad de que subsecuentemente sea elegido uno conectado a esa misma elite y partido. Antes de la caída de Suharto no se encuentra diferencia en la provisión de bienes públicos, sin embargo, en las ciudades donde hubo esta captura política en democracia, hay menos centros de salud y doctores, al igual que menos escuelas desde kínder hasta secundaria, controlando claro para el resto de los factores. Es decir, en esos distritos, a pesar de proveer menos bienes públicos, la probabilidad de ser reelegido no decaía, consistente con la teoría de la captura de las instituciones políticas por la elite económica.
Este resultado sugiere que el vacío en momentos donde se crean nuevos partidos, nuevas leyes y se desarrollan las instituciones, es un momento también de desarrollo de nuevas estrategias de captura política. Transponiéndolo al momento que se vive en Chile, no podemos dejar de resaltar la importancia de que en caso de que se apruebe la nueva constitución, es necesario organizar elecciones inmediatamente después, de esta forma se podrá asegurar que los partidos políticos no enfrenten el mayor cambio político desde 1990 con ventaja de “captura política” desde el comienzo. No es de sorprenderse que en estos momentos el gobierno chileno este manejando tan bien la provisión de la vacuna, pues el Coronavirus llegó en un momento en el que el gobierno necesita demostrar un gran rendimiento para no perder justamente poder político con la construcción de este nuevo contrato social.
RESUMIENDO, las transiciones políticas se pueden dar por la lucha del pueblo frente a la desigualdad como también por los poderes económicos queriendo blindarse contra los poderes políticos, o lo inverso. Es importante recordar que toda esta teoría dice las causas de lo que acontece, sin embargo, el movimiento social está sometido a lo que los economistas llaman de “choque idiosincrático”, es decir a acontecimientos puntuales que escapan al modelo, en Chile, por ejemplo, la insurrección social estalló con la subida de las tarifas del metro. El movimiento social por lo general no sale de la nada, tiene un detonante el cual puede venir de algún fallo constitucional, del encubrimiento de falsos positivos, de acuerdos con el FMI, o de un incremento de centavos en la tarifa del metro. El choque idiosincrático es básicamente la cereza en el pastel que es el sentimiento de injusticia.
Las teorías del institucionalismo histórico sostienen que las instituciones persisten hasta que se encuentren ante una conjetura crítica[9]. Como vieron en nuestro artículo anterior sobre la historia de la institucionalidad de la región, la llegada de los españoles fue una conjetura critica para el cambio institucional. De la misma forma, lo fueron todas las revoluciones que liberaron a nuestros países. Mas recientemente, la población chilena salió a la calle a pedir ese vuelco institucional, creando su propia conjetura critica. Como vieron, no salieron de la calle hasta conseguir un pacto que tenga CREDIBILIDAD FUTURA, es decir, cambiar la constitución de la dictadura. Aquí en el Periférico, nos tomamos un café y esperamos pues, sabemos que inexorablemente, en su momento a cada uno le llegará esa conjetura crítica. Y por eso nos dedicaremos a alumbrar sobre las falencias institucionales, para que cuando el día llegue, tengan en cuenta los pormenores que presentaremos semana a semana.
[1] Acemoglu, Daron y James Robinson, 1999, “A Theory of Political Transitions”
[2] Kawanaka, T., & Hazama, Y. (2016), “Political Determinants of Income”
[3] Madison, James (1788) The Federalist: A Collection of Essays Written in Favor of the New Constitution, New York
[4] Collier, Paul; Elliott, V. L.; Hegre, Håvard; Hoeffler, Anke; Reynal-Querol, Marta; Sambanis, Nicholas. 2003. Breaking the Conflict Trap : Civil War and Development Policy. A World Bank policy research report;. Washington, DC: World Bank and Oxford University Press
[5] Revelo, Luis Alberto, “Bolívar y el financiamiento de la independencia”, AFESE
[6] https://www.iol.co.za/news/opinion/what-the-real-sona-would-say-about-south-africa-293dc0af-2460-4de6-905c-0359dfcfbc5a
[7] Naomi Klein, “La Doctrina del Shock”
[8] Martinez-Bravo, M, P Mukherjee and A Stegmann (forthcoming) “The non-democratic roots of elite-capture: Evidence from Soeharto mayors in Indonesia”, Econometrica.
[9] Thelen, Kathleen, “Historical Institutionalism in Comparative Politics,” Annual Review of Political Science, 1999,
Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.
No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.