¿Cómo destrabar el Oligopolio Político?
Las opciones de consenso social no están sometidas únicamente a la voluntad popular, como quieren hacerles creer los políticos, sino, a las particularidades de los sistemas electorales y la reacción de las personas ante estos. Gibbard (1973)[1] fue el primero en tener este intuito. Demuestra que cualquier esquema de votación donde existan por lo menos 3 opciones está sujeto a manipulación individual. Entiéndase la manipulación individual como la estrategia de votar en una opción que no sea de su preferencia política pero que en la decisión final le entregará un resultado preferido al “resultado honesto” (el consenso si este votante revelara sus preferencias reales al momento de votar). De ahí el teorema: toda función de decisión social que sea universal (que contenga a todas las partes) y no trivial (variables que no sean una identidad) será o bien manipulable o dictatorial. De ahí sale el famoso VOTANTE ESTRATEGICO.
El voto estratégico tiene varias técnicas para ser medido, a través de encuestas o aprovechando alguna regla electoral fuera de norma que permita a los economistas realizar un experimento natural. La diversidad de técnicas y estudios hace que los resultados varíen. De esta forma, Spenkuch[2] (2015) observa que en una elección en Alemania hubo alrededor de 9% de votantes estratégicos, más tarde el mismo[3] (2018) encuentra que un tercio de los sufragantes alemanes no expresa sus verdaderas preferencias con el voto. Kawai y Watanabe[4] (2015) estiman los votantes estratégicos de Japón entre 63% y 85%, y Kiwiet[5] (2013) estima que en el Reino Unido alrededor de un tercio de los votantes de “partidos no viables” vota tácticamente.
No me fue posible encontrar estimaciones hechas en Latinoamérica, sin embargo, tampoco importa. En efecto, a futuro, estas estimaciones son prescindibles, pues no existe tal cosa como un votante estratégico, existen personas que frente a las condiciones deciden votar estratégicamente. La cantidad de votos estratégicos depende más de las condiciones de las elecciones que de las personas que votan, por lo que esa cantidad será diferente en cada elección. Lo esencial es entender que el voto estratégico proviene del mismo sistema político, distorsiona la democracia, y no permite llegar a un consenso social real.
El voto estratégico puede tomar varias formas, Orkin (2017), muestra en Sudáfrica es más probable que una persona vaya a votar si las encuestas dicen que su partido va a ganar, especialmente si la victoria es apretada. Se vota en función de las encuestas en vez de las preferencias. Básicamente, es por esto que los políticos se dedican a falsificar encuestas. Literalmente, no recuerdo la última vez que haya visto una encuesta acertada. En épocas electorales en Latinoamérica es muy común oír acusaciones de “populista de closet” a quien prefiere votar por un candidato con menos chances de ganar pero que le representa más. Es decir, no habría que votar a favor de uno mismo sino en contra del rival. El voto estratégico favorece la polaridad pues, en vez de oír las opciones del centro, el principal opositor viene a agrupar al pueblo. En Ecuador, recientemente, las encuestas sirvieron como profecía auto realizadora, pues el candidato conservador se presentaba como la única opción ante el populista. Lo cual los resultados mostraron, termino siendo mentira.
Para el político, mientras menos adeptos necesite para ganar la elección, mejor. Significa menos gasto para la recompensa. De ahí que los regímenes populistas instauran la regla del 40+10. Que solo se necesita 40% de los votos y una diferencia de 10% con el segundo para ganar en una vuelta. De esta forma, el clientelista que tiene una base fuerte tiene simplemente que llegar al 40% pues la dispersión de los votos hará que ningún otro llegue al 30%. Encima de eso, los votos nulos y blancos disminuyen el UNIVERSO del voto efectivo, por lo que suben automáticamente el porcentaje de todos los candidatos, acercando más al populista a una victoria con un 40% que en realidad representa una cantidad menor del electorado.
Pongamos el ejemplo de Lenin Moreno, que en 2017 estuvo a punto ser presidente en una vuelta con el 39,4% de los votos, entretanto su contrincante, Guillermo Lasso sacó el 28,1%, por lo que había diferencia de 10% y un 0,6% más le alcanzaba a Lenin para ser presidente. Sin embargo, si incluimos los votos nulos y blancos, Lenin consiguió el voto del 35,5% de los sufragantes, si además incluimos el ausentismo, el electorado de Lenin representó el 29% del total. Es decir, Ecuador estuvo a punto de tener presidente en una vuelta con menos de un tercio del electorado. Cómo ven el populismo ni siquiera necesita ser tan popular. De todas formas, el truco no está en llegar a ese 40%, sino en que la oposición se reúna bajo una bandera para evitar ese 10% de diferencia. Así, tu oposición será otra que tiene una base electoral fuerte, y que captará el voto táctico de quién en otras condiciones lo repudia, se vota en contra del burro en moto en vez de a favor del caballo preferido.
El principal opositor también se vuelve populista pues, no gana en base al agrado de la gente sino por el odio del anterior. Los candidatos que podrían usufructuar de la mayoría de indecisos terminan viendo sus votos irse hacia algún extremo. Evito emitir juicios de valor sobre políticos, lo único que puedo asegurar es que la degradación económica en las épocas de Macri y el FMI contribuyó a la victoria de Fernández-Fernández en Argentina. Considerando claro, que el populista llega cuando ya se perdió la fe en los políticos tradicionales, nadie que no esté gobernando podrá tener una base electoral de ese tamaño. Durante el mandato hay tiempo de crear una clientela fiel. El sistema político está hecho para que los reciclemos. De este sistema se deriva el peor de los votos estratégicos: el que polariza.
En efecto, un extremo atrae al otro extremo, pues para la persona en el poder es conveniente rebajar la calidad de la selección de la competencia. No debe ser coincidencia que justamente el discurso populista causa esta selección. Con que un outsider o “cara nueva” se presente con el 8% del electorado, el votante puede dejarse seducir por el nuevo contrincante y alimentarlo de su voto estratégico, este fue el caso en Brasil. En Ecuador, un banquero adoptó la narrativa contra la “nueva elite” y algunas propuestas irreales, las cuales lo propulsaron a segunda vuelta en 2017. Terminó perdiendo, pues, por más buenas intenciones que tenga, difícilmente podrá separarse creíblemente de la elite perteneciendo a esta. Haya tenido o no participación en el feriado bancario de 1999, es la oposición que quieres, pues, las heridas no han cerrado, y los banqueros siguen estigmatizados. Es decir, el voto estratégico permite el regreso del populista, o te regresa al comienzo del ciclo, crea un OLIGOPOLIO POLITICO a través de las reglas del sistema electoral y del discurso.
Recordemos lo que es la democracia para Schumpeter: “Un arreglo institucional para llegar a decisiones políticas en el cual individuos adquieren el poder de decidir a través de una lucha competitiva por el voto de la gente”. El fascismo no sería más que un método de liderazgo monopolista, se impide la competencia a través del poder de mercado. En ese sentido, la polarización conviene, pues si ya te manchaste con corrupción y otros escándalos, lo que más quieres es que la segunda y única otra opción posible sea igual de mala para la gente. El cálculo es muy simple, los extremos tienen menos votantes, pero se dividen entre menos partidos. Necesitas caerle bien a una menor porción del electorado, pues cómo ya lo vieron, el populismo es el voto del odio, al generar odio, uno escoge a su contrincante, pues para quien vota con los sentimientos por sobre la razón, el enemigo de mis enemigos es mi amigo. Falso, los dos son tus enemigos.
Para ganar en un deporte, se puede entrenar todo el año o lesionar al rival. En economía industrial, es común que las empresas maximicen sus beneficios reduciendo la competencia. Así, los extremos se atraen, las elecciones se vuelven siempre entre los mismos dos contendientes. Por eso, el que gobierna después del populista es el otro extremo, y evidentemente, lo hace peor, y conforme manda el ciclo populista Latinoamericano, terminas con el fondo monetario gringo-europeo en casa. La austeridad trae el recuerdo de los buenos tiempos del primer populista, el cual ya tiene una base electoral construida, convirtiéndose así en el voto estratégico contra el desastroso más reciente. Recomienza el ciclo.
Como los gobiernos anteriores han sido tan malos, en Latinoamérica el electorado llega en algunos países a aceptar un poco de corrupción. Pues “rouba, mas faz”, o “roba, pero tenemos carreteras”. De hecho, Ferraz y Finan (2020) muestran que, en Brasil, el votante promedio solo castiga la corrupción si cree que esta supero el nivel mediano. La costumbre hace que exista un nivel tolerable de corrupción. Cómo ven, la corrupción es un síntoma de la baja competencia política, “todos son corruptos”. El voto estratégico degrada la competencia política, y permite candidatos cada vez peores. Recuerden que escribo siempre desde el punto de vista donde el político es un ser racional que vela únicamente por sus propios intereses económicos e individuales, cómo lo hace la teoría de la elección pública.
Si uno creyera que los políticos de los dos extremos del espectro son en realidad del mismo grupo y están todos actuando sería compatible con la racionalidad, por suerte, el que los unos metan presos a los otros es incompatible con esa hipótesis de que vivimos en un circo. También, tendrían que ser demasiado buenos actores, nuestro propio Hollywood criollo. Todo sería mejor si tuviéramos una industria del cine, jaja bueno fuera; aunque en realidad tal vez sí, pero por otras razones.
La otra opción es que la gente en cambio asocie el fracaso de los dos partidos entre ellos, y por tanto aparezca una nueva “cara nueva”, si los millenials cambian la historia, se romperá el ciclo. Muchos esperan que Nayib Bukele lo haga en Guatemala (ojalá). Yo personalmente preferiría confiar en un cambio del sistema político que en la posible bondad de una única persona. Muchas veces el mismo populista empieza el ciclo como “cara nueva” u outsider.
La polarización política reduce fuertemente las probabilidades de tener lo que en economía llaman “un ganador de Condorcet”: un candidato que hubiese vencido a todos los demás en COMPETENCIAS INDIVIDUALES. En las elecciones de Brasil y Colombia, en 2018, se enfrentaron en segunda vuelta la izquierda más extrema, Haddad y Petro, y la extrema derecha, Bolsonaro y Duque, según McClintock, el ganador de Condorcet habría sido el que quedo tercero en ambas elecciones, siendo Ciro Gomes y Fajardo, ambos de centro izquierda. Uno de los problemas de fondo, un problema sistémico, viene siendo que los políticos en el poder no poseen competencia, pues ni siquiera necesitan ser los preferidos del pueblo para subir. Por tanto, la solución sería aumentar la competencia por el puesto. Mientras mejor sea el suplente, más tiene que esforzarse el titular. Entre las muchas soluciones posibles, se me ocurre la posibilidad de aumentar el número de vueltas electorales.
Podríamos tener 3 vueltas: una con todos los candidatos, otra con 3 y la tercera con dos. Esto reduciría el voto estratégico, y permitiría mayor representación de la población, acercándose más al ganador de Condorcet. Ni siquiera digo que esto cambiaria al candidato elegido, solo que este tendría que esforzarse más (y corromperse menos) por la reelección. En el sistema económico, la acumulación de capital permite usufructuar cada vez más haciendo cada vez menos. En política pasa exactamente lo mismo, la acumulación de capital político a través del clientelismo permite ser cada vez más corrupto e ineficiente. No se puede predicar la libre competencia como la fórmula del éxito, y luego que, en el mercado más distorsionante, la política, no se tenga que competir.
Teóricamente hablando, una forma en la que ganaría el candidato más representativo seria la locura de hacer el mismo número de vueltas que de candidatos. La opción de hacer tantas vueltas es ridícula por un tema económico, pues cada vuelta tiene un costo igual, sin embargo, la ganancia democrática de reducción de voto estratégico y mejora de la competencia es cada vez menor. Esa ganancia democrática en términos económicos se traduce en ahorro en corrupción y mejor manejo económico, sin embargo, cada vuelta nos ahorrará un poco menos que la anterior. Un economista diría que el retorno marginal de esta práctica es decreciente, aunque si la corrupción es tan alta como lo imaginamos unas cuantas vueltas se pagan solas. Tomen en cuenta que este humilde servidor apoya varios de los programas sociales y obras hechas por gobiernos de corte populista, sin embargo, aquí hablamos de economía y nos dedicamos a señalar cuales son los incentivos que causan errores en el sistema.
Si las personas pudieran ordenar a todos los candidatos por orden de preferencia, se podría obtener en una vuelta la ganancia democrática de organizar un número de vueltas igual al número de candidatos, ¡En una sola ida a los comicios! Parece irreal, pero de hecho el “ranked choice voting” es un tema de investigación en economía, y según el Time[6] ya es aplicado en Australia, Nueva Zelanda, y Nueva York. Según McClintock[7] (2019), ya habría sido implementado para elecciones presidenciales en Sri Lanka e Irlanda y para elecciones nacionales en Australia, India y Papua Nueva Guinea.
Entre los argumentos a favor estaría: el candidato ganador necesitaría real apoyo de la mayoría, se desincentiva a la campaña negativa, provee más opciones a los votantes, ahorra la segunda vuelta, promueve la diversidad entre los candidatos, reduce el voto estratégico e incrementa la participación ciudadana. Entre los contras se encuentra el hecho de que es nuevo (a la gente no le gusta el cambio), requerirá de educación en su funcionamiento, el conteo de votos sería más caro y se presentarían más candidatos[8].
En mi humilde opinión, estamos muy temprano para eso, pues para que una población pueda confiar en el algoritmo (el cual es relativamente simple), tiene que entenderlo. También, estamos todavía lejos de tener un sistema de conteo que pueda guardar las preferencias de los ciudadanos. Tal vez algún día, si el voto se vuelve informático. Hasta eso, me limito a proponer una vuelta más, que el tercero entre en la competencia. El voto estratégico se reduciría y la competencia política se elevaría. Al elevar la competencia obligas a los candidatos a mejorar, a buscar mayor representatividad, a tener que buscar el voto a favor de ellos y no en contra de su único contrincante.
El candidato tendría que acercarse al menos un poco más a simpatizar con el UMBRAL INAMOVIBLE del 50%, contrariamente al sistema actual. Mejor que cualquier inversión de política pública es una inversión en nuestro sistema político, que sin dudas tendría rendimientos inmediatos y de largo plazo en la inversión pública. Arreglar nuestras instituciones no es gratis. El ciudadano tiene como segundo trabajo ser el jefe de los políticos y el jefe tiene que ser capaz de apretar los tornillos de la empresa, aunque eso tenga un costo que puede ser de monitoreo o de provisión de incentivos. El costo de implementación seria mucho menor a las ganancias institucionales.
Recuerden siempre que el presente no es más que el resultado del pasado, los brasileros no hablan portugués porque quisieron ser diferentes, y el catolicismo no es la religión predominante porque Jesús haya visitado el Machupichu. El futuro lo creamos nosotros. Hasta 1978, el único país que tenía segunda vuelta era Costa Rica (país sin ejército y en la vanguardia del crecimiento sustentable), en 2016, el 78% de las elecciones de Latinoamérica ya aplican esa regla. Seguro ahora parecerá inconcebible pensar que antes se ganaban elecciones presidenciales con el mínimo consenso que representa una única vuelta.
Muchos dirán, linda idea, pero imposible de implementar. Pues bueno, se trata hacerla llegar hasta el legislativo, luego, sabemos que es una política conveniente para los honestos, y que actúa en detrimento de los corruptos. Es decir, la ciudadanía tendrá una indicación de quien es corrupto a través de esa votación, lo que dará incentivos hasta a los corruptos a votar a favor para esconder su verdadera cara. Esto último aplica a casi todas las reformas del ámbito estrictamente político-institucional. En Brasil, bastaría con ver quienes votaron en contra de que continúen las investigaciones de corrupción tras el impeachment de Dilma para saber a quién no reelegir (e investigar). La población debe hacer su parte al menos a través del voto informado.
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[1] Gibbard, A. (1973). Manipulation of voting schemes
[2] Spenkuch, J. (2015). \Please Don’t Vote for Me: Voting in a Natural Experiment with Perverse Incentives.” Economic Journal
[3] Spenkuch, Jörg L., 2018. “Expressive vs. strategic voters: An empirical assessment,” Journal of Public Economics
[4] Kawai, K., and Y. Watanabe (2013). \Inferring Strategic Voting.” American Economic Review
[5] Kiewiet, D. (2013). \The Ecology of Tactical Voting in Britain.” Journal of Elections, Public Opinion, and Parties
[6] https://time.com/5718941/ranked-choice-voting/
[7] McClintock, Cynthia, 2019 “THE REFORM OF PRESIDENTIAL-ELECTION RULES IN LATIN AMERICA: PLURALITY, RUNOFF, AND RANKED-CHOICE VOTING” Prepared for delivery at the 2019 Congress of the Latin American Studies Association, George Washington University
[8] https://my.lwv.org/vermont/article/pros-and-cons-instant-runoff-ranked-choice-voting
Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.
No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.
Siempre tan claro para quienes poco entendemos de estos temas.
Gracias
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