La maldición de los recursos naturales
Nuestro encabezado no es para nada dramático sino una traducción literal de la teoría económica, “the resource curse”, en inglés llega a parecer menos populista. En todo caso, así se lo conoce a este fenómeno enseñado en cualquier aula universitaria de economía del desarrollo. Algo parecido habían formulado en los 70s Eduardo Galeano en el famoso “Las Venas abiertas de Latinoamérica”, y en los 60s el expresidente del Congo, Kwame Ncrumah, caído en un golpe de estado un año después de publicar su manifiesto[1]. Sin embargo, para los economistas los hechos anecdóticos no son suficientes, la correlación puede no existir realmente, ser coincidencia, o puede hasta tener una causa común sin tener causalidad entre los eventos. Por eso, a continuación, serán testigos de lo que la propia matemática y la teoría económica cuentan sobre los efectos de los recursos naturales en nuestro entorno.
En los años 40 (¡!), el icónico economista argentino Raul Prebisch vio su bola de cristal y predijo que un crecimiento conducido por los recursos naturales jamás seria efectivo, pues los precios de artículos de economía primaria estaban destinados a siempre tener crecimiento menor al de las manufacturas, la demanda mundial de manufacturas crecería más rápidamente que la demanda de recursos y, los países ricos siempre serían más proteccionistas con las importaciones primarias que con las manufacturas. Efectivamente, los agricultores de la unión europea reciben subsidios para competir con los de la periferia.
Claro sería una locura pensar que es tan solo un grupo de presión de agricultores europeos lo que mantiene el sistema centro-periferia. La única manera para los países periféricos de influir en el precio del petróleo y los minerales es a través de su tasa de cambio, la cual en un mercado libre se autoregula. Conforme crecen las exportaciones de recursos naturales esa tasa de cambio se ajusta y encarece el resto de los productos de la economía.
Si un gordito usa el pantalón al nivel de la cintura necesitará ajustar más el cinturón que si lo usa al nivel del estómago. Ese ajuste del cinturón dejará salir su panza, la panza que rebasa del pantalón serán las manufacturas no competitivas que no se venden. Si el gordo afloja un poco más la levilla para ponerse el cinturón a la altura del estómago incluirá la panza dentro del pantalón, su cintura quedará menos apretada, pero todavía dentro del jean, de la misma forma que los recursos naturales nacionales tendrán que ajustar su precio al resto de la economía y no lo contrario. El cinturón en esta analogía es la tasa de cambio y las políticas generales de comercio de un país. El saber popular no se equivoca, hay que tener los pantalones bien puestos.
Décadas después esto se convertiría en una teoría mundialmente aceptada y comprobada que los europeos bautizarían “la enfermedad holandesa”, por qué en los años mil setecientos y tanto les pasó a los países bajos con la exportación de rosas. El ejemplo ilustrativo que usan las universidades del norte lo hace parecer una simple curiosidad al punto que ni siquiera lo enseñan en las clases de comercio internacional clásicas, pues esas no parecen incluir los países en desarrollo.
Recuerden que cuando baja el precio del petróleo, la ley económica dice que habrá más demanda, es decir mayores niveles de extracción para menores ingresos para el país, con el mismo efecto perverso sobre el resto de la economía. Es decir, cuando baja el precio, los “efectos buenos” de los recursos naturales, como poder adquisitivo para importaciones, disminuyen. La caída del precio genera un desbalance entre importaciones y exportaciones, y claro una crisis. La eterna historia del continente.
La fortaleza de la economía primaria también deprime la inversión, pues la fluctuación que crean los precios de los recursos en la economía crea incertidumbre en los inversores (Sachs y Warner[2], 1999). De igual forma, como el sector manufacturero no tiene espacio de crecimiento en una economía primaria, no tiene entonces las economías de escala que lo caracterizan, por lo que se vuelve menos rentable invertir en esos países (Gylfason y Zoega[3], 2001).
Por si fuera poco, Gylfason[4] (2001) demuestra que el sector primario no necesita de grandes niveles de educación, por lo que el gasto en educación prevée menores retornos y se estanca, restringiendo así el surgimiento de otros sectores, básicamente, el petróleo te encierra. Claro, el nefasto Jeffrey Sachs[5] (1995), empleado del FMI que arruino países enteros[6], alega que los efectos negativos de los recursos naturales en la educación se deben a que la riqueza fácil nos vuelve vagos. Posiblemente, tenga razón al nivel de los políticos. Al menos algo parecido dice la demostración de Baragwanath[7] (2020) en Brasil.
En el año 97, Brasil comenzó a repartir las ganancias del petróleo a cada municipalidad según sus características geográficas y el precio de este. Es decir, las municipalidades tenían diferentes niveles de ingresos petroleros entre ellas, y ese ingreso fluctuaba en el tiempo según los movimientos del precio. Añadido a este modelo de repartición de la ganancia, en 2003 el gobierno central comenzó a hacer auditorias aleatorias y sorpresa en algunos de los municipios, creando así una hermosa base de datos sobre corrupción según municipalidades. Independientemente del efecto que tienen los impuestos, la educación o hasta el partido político, los resultados de la economista chilena de nombre como noruego arrojan que una fluctuación equivalente al promedio de desvió de la media de las regalías petroleras de todas las municipalidades incrementa la corrupción en un 29%. ¿Lo más loco? El partido político no tiene ninguna significancia en el resultado final. Es decir, la corrupción municipal de Brasil viene del sistema mismo, es independiente del voto de la gente[8].
En efecto, las regalías del petróleo relajan la restricción presupuestaria del político e imposibilitan a los votantes distinguir su integridad. La corrupción parece ser mayor cuando el político fue elegido durante un boom petrolero, lo que indica que el petróleo automáticamente atrae personas más corruptas, haciendo con que las posibilidades de elección presentadas al votante sean peores. La reelección parece depender en gran medida de los precios del petróleo (cuantos gobiernos les recuerda esto). En pocas palabras, existe un círculo vicioso, en el que el uso del petróleo con instituciones extractivas empeora el nivel de vida, y al mismo tiempo el problema institucional no puede ser resuelto mientras se siga extrayendo, pues el petróleo afecta la calidad de nuestros representantes. Desde la cárcel Daniel Salcedo dijo pensar lanzarse en política.
La creación de una empresa de transporte no solo incrementa el PIB por el valor que esta produzca, sino por todas las actividades que esta mueve, lo llaman el “efecto derrame”[9]. Usando estos mismos datos de Brasil, Caselli y Michaels[10] (2009) encuentran que el petróleo genera un aumento en el PIB de su mismo valor, no trae nada a la economía como tal. A pesar del dinero que genera, el petróleo no parece tener ningún efecto significativo y hasta algunos efectos negativos en los estándares de vida de las poblaciones. Ni en educación, ni salud, ni transporte, ni en acceso a agua potable, ni siquiera en recolección de basura. Aun así, en 2018, el petróleo, los minerales y la generación de energía son la principal actividad económica de 8 de los 10 municipios con mayor riqueza per capita de Brasil[11].
A pesar de no contribuir en nada a la sociedad, naturalmente, el dinero gratis es causa de desacuerdos, los recursos naturales vienen siendo una de las principales causas de conflicto alrededor del mundo[12]. Se alega que en África este conflicto pasa principalmente entre etnias buscando el control del recurso. En el caso de Colombia, Dube y Vargas[13] (2013) demuestran que un alza de los precios del petróleo intensificaba la guerrilla en las zonas petroleras. Aun así, en Latinoamérica la gran mayoría del conflicto es digno, pues en su gran mayoría son comunidades luchando para dejar los recursos bajo tierra.
Al momento acontecen oficialmente 277 conflictos mineros en Latinoamérica[14], más otros 234 donde la protesta fue criminalizada y reprimida; muchos de estos conflictos han durado más que la vida de un centennial. Agreguen luego a eso, cuanta minería ilegal no denunciada existe por miedo o simple desconocimiento regulatorio de las comunidades. Los recursos son fuente de conflicto, y Latinoamérica no es la excepción. El conflicto no es malo, al contrario, es un conflicto que deberíamos escalar a nivel país.
Esa misma conflictualidad que generan los recursos naturales al nivel social también se ve reflejada al nivel político. Caselli (2006)[15] propone que, al ser estos recursos más fácilmente apropiados por la clase política, la competencia entre grupos de poder por su repartición se acentúa. Al tener mayor probabilidad de ser remplazados al final de su mandato, el invertir en el desarrollo del país se vuelve menos rentable para quienes logren soberanía sobre el recurso. Maldonado[16] (2014) confirma que bajo algunas circunstancias puede acontecer este fenómeno en Perú, donde los distritos con rentas promedio del petróleo veían una reducción de 38% en la probabilidad de reelección por cada 1000 nuevos soles de transferencias mineras por cabeza.
La relación entre bajo crecimiento y abundancia de recursos naturales ha sido demostrada extensivamente, el desarrollo de países como Japón, Corea, Hong Kong y Singapur son pruebas de la relación del otro lado del espectro. Aun así, en una muestra de 39 países entre 1975 y 1996, Papyrakis y Gerlagh[17] (2003) encuentran un efecto positivo de los recursos si los determinantes de crecimiento presentados anteriormente quedarán en el mismo nivel. Sin embargo, cuando ven el efecto indirecto de los recursos en esos mismos determinantes de crecimiento, la corrupción, la inversión, la apertura, los términos de intercambio (precios relativos mundiales) y el nivel de escolaridad; se dan cuenta que el efecto es estrepitosamente negativo.
Esto quiere decir que un gobierno que supiera contrarrestar estos fenómenos podría lograr crecer a través de los recursos, en Noruega se invirtió en ciertos mecanismos para evitar crecimientos abruptos que causen brechas generacionales. En este punto de la historia, ya es tarde pues si bien en la teoría no son inevitables, son inevitables en nuestro sistema actual. Conviene más alejarse de esos recursos que, como veremos, no solo impiden el crecimiento, sino que contribuyen a mantener las estructuras mismas que los hacen fallidos. En su lugar, se podría construir un camino invirtiendo en su remplazo renovable y cambiar el sistema político para poder enfrentar los dilemas económicos que presente lo renovable (cualquier estrategia de crecimiento tendrá dilemas que resolver).
Como los economistas siempre buscarán la manera de NUMERIFICAR TODO, se tuvo que estudiar los efectos en la política. Unos meses antes de la caída de las torres gemelas, la universidad de Cambridge publicaba un artículo en el que Michael Ross[18] (2001) se preguntaba si el petróleo era dañino para la democracia. Utiliza datos de 113 países entre el año 1971 y 1997. Mide el nivel de democracia o autocracia de los países con la ayuda de una conocida base de datos, Polity98, que se fija en factores tales como la presencia de restricciones institucionales para el ejecutivo, de competencia para el reclutamiento de ejecutivos y participación política de los ciudadanos. Luego, hace la prueba econométrica en la que encuentra que el nivel de democracia suele ser menor mientras mayor sea la presencia de petróleo y minerales en el país, también la religión islámica parece tener una correlación negativa con la democracia, mientras el nivel de ingreso y el pertenecer a la OECD correlacionan positivamente con la democracia.
Para los magos es de extrema importancia guardar el secreto de su truco, sin embargo, en economía poco sirve mostrar un efecto sin buscar la explicación de este. Por tanto, el autor incluye algunas variables para probar las 3 teorías existentes hasta ese momento. Comienza con la teoría del “efecto rentista”, que los gobiernos que reciben dinero que poco o nada tiene que ver con su manejo tienden a ser menos responsabilizados por la ciudadanía. Al recibir dinero que literalmente es un regalo de la tierra, los gobernantes podrían permitirse cobrar menos impuestos, lo que genera a su vez que los ciudadanos no cobren responsabilidad ni representación a su gobierno. Dicho popularmente: el que no llora no mama, y el que no sufre, no llora.
De la misma forma, los políticos pueden usar ese oro negro para programas clientelistas que reduzcan la presión de la gente, o hasta para programas que tengan el objetivo mismo de despolitizar a la población. Incluyendo recaudación tributaria y consumo del gobierno en el modelo, el autor demuestra que estas son causa del petróleo y efectivamente substituyen una parte del efecto degradante del petróleo y los minerales sobre la democracia. Los gobiernos petroleros y populistas del continente por lo general tuvieron buenas performances económicas, con índices de democracia ya bajos que fueron cayendo. Parece contradictorio, pero el populismo no consiste solo en proveer bienes públicos, sino en no cobrar los impuestos que los acompañan.
El pensamiento del político seria que, si su jefe está hibernando, es usted quien maneja la empresa a su antojo, por ende, hagámoslo hibernar. Entre menos activa se porte la población, más dictatorial se pone la clase política. Aun con una población que se moviliza, el gobierno podría aprovechar los ingresos de petróleos y minerales de dos formas. Primero, tan gran cantidad de ingresos permite tener un gobierno de tamaño mayor al que sería optimo, esa grandeza adicional fácilmente puede ser utilizada para prevenir la formación de grupos sociales independientes del estado, una condición para la democracia. Por otro lado, también podría haber un “efecto represión”, el gobierno tiene dinero para reprimir las demandas ciudadanas. Con represión se puede además también subir los impuestos sin problema, más común en nuestros países.
El autor incluye primero la variable de tamaño de gobierno (Gobierno/PIB), y encuentra que efectivamente los minerales, más no el petróleo, afectan a la democracia a través de la prevención de la formación de grupos sociales. Luego, prueba con el gasto militar, y encuentra lo contrario, el petróleo afecta a la democracia a través del gasto militar, mientras los minerales no tienen ningún efecto. Inexplicablemente el autor de este hallazgo se contenta con confirmar la existencia de estos efectos y no juzgo necesario alargar su investigación como para formular una hipótesis sobre esta curiosidad.
Si bien los dos llevan a un mismo resultado, el petróleo y los minerales en este caso tienen diferentes formas. La represión que el petróleo trae a la democracia se gesta aumentando el gasto militar mientras los minerales lo hacen aumentando el tamaño del gobierno. Podría interpretarse entonces que el petróleo más que un “efecto represión” contiene un “efecto defensa”, este detalle podría alinearse con el conocimiento popular e interpretarse que el petróleo te hace blanco del tío Sam, los minerales no, teoría que cobra más sentido considerando los años que fueron tomados en cuenta para este estudio. En ese caso, el petróleo obliga a un gasto militar mayor, el cual podría funcionar como un simple indicador de las capacidades de defensa para ahuyentar al posible invasor. Luego, si la guerra nunca llega, ese gasto militar no será en vano pues estará disponible para ser usado contra la población. Y si llega, pues ya saben.
Estos dos efectos muestran como el petróleo y los minerales degradan la democracia afectando la participación ciudadana y creando políticos ávidos de poder, a la final lo que hacen es agravar problemas institucionales ya existentes. Sin embargo, el tercer efecto, el “efecto modernización”, es puramente económico. Efectivamente se teoriza que no es el crecimiento económico per se lo que genera democracia sino el hecho de que el crecimiento económico genera mayores niveles de educación y sobre todo permite la especialización de una parte de la población en los otros sectores de la economía (industria y servicios), la cual adquiere mayores habilidades y posibilidades de negociación con las elites.
El crecimiento a través de recursos naturales a pesar de existir no tendría esas propiedades tan importantes de un crecimiento sostenible. Este efecto antidemocrático seria en realidad el resultado de la enfermedad holandesa vista más arriba, pues erosiona la especialización en otros sectores, el autor nota efectivamente que la baja mano de obra en el sector industrial y de servicios es otro efecto del petróleo que afecta la democracia. Cómo verán la política se traduce tanto en economía, como la economía en política.
Los recursos naturales no nos han salvado de gobiernos populistas y todavía menos de lo que es peor, represivos. Sin ánimos de poner todos los huevos en un mismo canasto, Latinoamérica vive constantemente en tiempos de represión policial, como lo han demostrado Chile, Perú y Colombia en tiempos recientes. También, estos resultados son coherentes con que el único país donde en tiempos recientes el gobierno haya tenido un “triunfo” que parece DEFINITIVO sobre el pueblo es en Venezuela, primer productor de petróleo de Latinoamérica y quinto del mundo. Sin dudas algún día acabara la tiranía en Venezuela, esperemos no sea recién cuando acaben sus recursos.
Cabe recalcar que no es un efecto de la economía primaria en general, el autor prueba con la agricultura y esta no tiene ningún efecto sobre la democracia, pues esta genera ingresos para actores privados y además necesita de más trabajadores, lo que significa que usa un mayor porcentaje de la población ocupada. De la misma forma el autor incluye la variable regional para las partes del mundo con una historia diferenciada de la occidental, y esta variable tiene un efecto fuerte. Parece evidente, pero a veces la gente parece olvidar la importancia del estudio de caso, nada determina más tu sistema político que tu propia historia individual. Pues, si bien estos estudios transcontinentales permiten mostrarte algunos factores a tomar en cuenta cuando estudies tu propio caso, nada te quita la necesidad de estudiarlo individualmente si quieres resolverlo.
La bendición de organizar un mundial no es tan diferente de la de tener recursos naturales, las dos sirven solo en países institucionalmente sólidos. El mundial de Brasil como recordarán fue un festival de corrupción, desestabilidad política[19], expectativas inflacionarias y pobreza para los vendedores de la calle[20], además de afectar la imagen global del país que encontró su culmino máximo en un 7 a 1[21] causando estragos en el sentimiento de orgullo nacional[22]. Los recursos naturales son un 7 a 1 que venimos arrastrando desde la época colonial.
En una investigación extremadamente interesante, sobre la cual espero extenderme cuando la brevedad lo permita, Arias y Girod (2014) se preguntan por qué al llegar los colonizadores no introdujeron trabajo asalariado en México, mientras si lo hicieron en el 43% de Argentina. Buscan entender como las condiciones anteriores a la colonización determinaban cual sería el enfoque del colonizador en cuanto a las formas. Entre varias teorías, que demuestran el alcance de la historia, la que nos interesa hoy es la que les parecerá más evidente. Uno de los varios determinantes de que el colonizador haya instalado esclavitud en vez de trabajo era la presencia de recursos naturales.
En efecto, la presencia de recursos les volvía más rentable incurrir los costos de instalar un modelo institucional jerárquico de trabajo forzado. Por tanto, los lugares de América donde había más recursos naturales fueron aquellos donde luego habría más probabilidad de que se instale un régimen de esclavitud. Los datos fríos dan la razón histórica tanto a Galeano como a Ncrumah (ojo, que cite su libro no significa que piense que fue un buen líder). Hoy en día se presume que ya no existe tal cosa como trabajo forzado en América Latina, sin embargo, la organización de la producción internacional sigue siendo la misma de hace 500 años.
Según, Papyrakis[23] (2016) hasta el 2015 existían ya 2360 investigaciones de las diferentes disciplinas como antropología, sociología y claro, economía que se centraban en esta “maldición de los recursos”. Se ha estudiado todas las facetas posibles, tanto desde el punto de vista de las comunidades, como político y macroeconómico. Los economistas han probado efectos en todas las variables imaginables, como afectan los juegos de poder, la visión de corto y largo plazo, y otras mil posibilidades. Aquí su humilde servidor no les trajo más que algunos de los resultados más prominentes que entren en estas pocas páginas.
Algunos investigadores aman aclarar que el problema son las instituciones, lo que olvidan de ver es que los recursos naturales vuelven la rectificación de las instituciones imposible, es decir usarlos cada vez menos, en vez de más, sería el primer paso para poder rectificar nuestro sistema político. Los escépticos dirán con justa razón que, aunque así lo quisiéramos, no podríamos, pues las presiones externas lo imposibilitarían. En un próximo artículo, veremos que, si tal afirmación podría haber sido verdad en otros tiempos, el cambio climático podría jugar a nuestro favor y ser la maldición que se convierta en bendición. Recuerde lo que la teoría política dice sobre su rol en todo esto, pues la sabiduría popular rara vez se equivoca: el que no llora, no mama. De nada sirve llorar sin saber porque, los invitamos a seguir leyendo nuestros artículos donde no siempre serán los problemas sino también las soluciones nuestro objeto central. Este partido todavía no ha acabado y está en un momento propicio para darle vuelta.
[1] Kwame Ncruma, 1965, “Neo-Colonialism, the last stage of imperialism”
[2] Sachs, Jeffrey D., Warner, Andrew M., 1999a. The big push, natural resource booms and growth. Journal of
Development Economics
[3] Gylfason, Thorvaldur, Zoega, Gylfi, 2001. Natural resources and economic growth: The role of investment. CEPR
Discussion Paper No 2743. Center for Economic Policy Research, London.
[4] Gylfason, Thorvaldur, 2001a. Natural resources, education, and economic development. European Economic
Review 45 (4–6), 847–859.
[5] Sachs, Jeffrey D.,Warner, Andrew M., 1995. Natural resource abundance and economic growth. NBER Working
Paper No 5398. National Bureau of Economic Research, Cambridge, MA
[6] Naomi Klein, “La doctrina del shock”
[7] Kathryn Baragwanath Vogel, 2020, “The Effect of Oil Windfalls on Corruption: Evidence from Brazil”, University of California
[8] El partido político si influye en la reelección en algunos años concretos.
[9] “Spillover effect”
[10] Francesco Caselli, Guy Michaels, 2009 “DO OIL WINDFALLS IMPROVE LIVING STANDARDS? EVIDENCE FROM BRAZIL”, NBER
[11] https://agenciadenoticias.ibge.gov.br/agencia-sala-de-imprensa/2013-agencia-de-noticias/releases/29728-oito-municipios-detinham-25-do-pib-do-pais-em-2018
[12] Adhvaryu, A, J Fenske, G Khanna and A Nyshadham (2018), “Resources, Conflict, and Economic Development in Africa”, NBER
[13] Dube, O and J F Vargas (2013). “Commodity price shocks and civil conflict: Evidence from Colombia”, Review of Economic Studies
[14] https://mapa.conflictosmineros.net/ocmal_db-v2/
[15] Caselli, Francesco, 2006, “Power Struggles and the Natural Resource Curse”, LSE
[16] Maldonado, Stanislao. (2014). The Political Effects of Resource Booms: Political Outcomes, Clientelism and Public Goods Provision in Peru
[17] Papyrakis, Elissaios y Reyer Gerlagh, 2003, “The resource curse hypothesis and its transmission channels”
[18] Ross, Michael, 2001, “Does Oil Hinder Democracy?”, World Politics
[19] Brij Maharaj, 2015, “The turn of the south? Social and economic impacts of mega-events in India, Brazil and South Africa”, Lepu
[20] Hummel, C. (2018). Do Poor Citizens Benefit from Mega-Events? São Paulo’s Street Vendors and the 2014 FIFA World Cup. Latin American Politics and Society
[21] Tendai Chari, 2015, “Discursive constructions of the Germany–Brazil semi-final match during the FIFA 2014 World Cup: The limits of football as a soft power resource”
[22] Sullivan, Gavin, 2014 “Collective emotions and the World Cup 2014: The relevance of theories and research on collective pride and shame”, Psychology and Social Knowing
[23] Papyrakis, Elissaios, 2016 “The Resource Curse – What Have We Learned from Two Decades of Intensive Research: Introduction to the Special Issue”
Economista especializado en regulación de la competencia, con conocimientos variados en las diferentes temáticas de la disciplina: economía política, desarrollo, medioambiente, fiscal. Trabajé durante un año en una consultora financiera en Brasil (Fusiones y adquisiciones) y 4 años haciendo consultorías para CEPAL, además de una consultoría sobre salud mental y ambiente laboral en Chile, y otra de 6 meses sobre la historia del desplazamiento forzado en Mozambique para la London Bussiness school.
No solo entiendo los temas en los que me especializo, sino que trazo las diferentes relaciones entre ellos para tener una visión completa del panorama. Junto a eso, manejo bases de datos y softwares como Stata, asegurándome así que la narrativa y la estadística vayan de la mano. Hablo español, inglés, francés y portugués. Soy sociable, persistente, curioso, organizado, trabajo bien en equipo y bajo presión. Usted entrégueme un trabajo y yo seré especialista en el tema, pues siempre estoy dispuesto a aprender y me adapto a cualquier circunstancia, un día me encuentra haciendo presentaciones a altos funcionarios, al siguiente jugando fútbol en la favela.