Polarización populista: ¿La historia se repite?
A casi nada de elegir al nuevo presidente de la república, nuestros hermanos peruanos enfrentan la inevitable decisión de optar por un “mal menor”. Todo ello en el marco de una contienda llena de propuestas que rozan el populismo más básico. Sería inexacto afirmar que son las primeras elecciones en la que las opciones se reducen a dos pintorescos personajes, o que es la primera elección donde las propuestas no tienen fundamentos técnicos.
Ni siquiera es motivo para sorprenderse, pues la pandemia ha sumido al Perú en la pobreza, y existe una relación económica directa entre bajos recursos y extremismo, aunque no exista relación sobre el lado del espectro al cuál gira dicho extremismo.
De hecho, una de las evidencias de esto viene justamente de Perú. Avi Tuschman[1] muestra en la elección 2011, que existe un relación directa y proporcional entre la clase social y el voto extremista. Sin embargo, no existía correlación entre la clase social y el lado del espectro que estas elegían. Situaciones extremas buscan soluciones extremas. Así, tanto Humala (Chavista) como Fujimori (extrema derecha) tenían bases electorales mayores entre menos adineradas sean las poblaciones.
Después de promover la “gran transformación” con propuestas de reforma al papel del Estado y la distribución de la riqueza, Ollanta Humala se desligó de su imagen radical característica con la que inició su carrera política para en segunda vuelta captar el voto moderado y adinerado.
Igualmente, a pesar de un manejo populista entre 1985 y 1990 que llevo al país a una de sus peores crisis políticas y económicas, en 2006, los peruanos dieron una segunda oportunidad a Alán García. Mas recientemente, tras salir victorioso en 2016 ante la misma Keiko, Pedro Pablo Kuczynski, renunció por verse envuelto en acusaciones de corrupción. A este último le seguirían 3 presidentes más antes de llegar al día de hoy. A pesar de la dictadura sangrienta de su padre, Keiko sigue siendo una protagonista recurrente en el proceso político peruano. Las dictaduras generan un profundo rechazo, pero también un voto duro abundante. Pues hasta Pinochet fue llorado en Chile.
Este clima prolongado de inestabilidad y la percepción constante de estancamiento han generado y reforzado la necesidad de optar por un cambio que ofrezca mejores condiciones y oportunidades reales. No obstante, más allá de la corriente política, es fácil observar los débiles fundamentos que soportan lo propuesto por Castillo y Fujimori, actuales candidatos a la presidencia.
En materia económica, existe inconsistencia entre la cantidad importante de propuestas que implican incrementar el gasto y las pocas que impliquen ese mismo incremento en el presupuesto.
Dejar de lado los argumentos y sustentos de sus futuras políticas de gobierno reduce la credibilidad de los candidatos, pero también pone en peligro la débil estabilidad política peruana, augurando, gane quien gane, futuros procesos de vacancias presidenciales, como la de Kuczynski o la de Vizcarra entre el 2018 y 2020, debido a la inconformidad de la población por el incumplimiento de propuestas mal estructuradas.
Dentro de las propuestas económicas de Castillo, se encuentra la restricción de importaciones para la protección de la producción nacional, cuyo mecanismo no ha sido aclarado aún. En un país de oligopolios e inestabilidad política, esta medida podría generar mercados cautivos, y por consecuencia la caída de la calidad de los productos locales y el incremento de sus precios, ante la ausencia de competencia. En efecto, los productores podrían preferir esa opción a invertir para ganar competitividad al no tener seguridad en cuanto a la duración del proteccionismo.
Otras de las propuestas en materia económica, sin un sustento claro, son la reforma del sistema de pensiones privado, del cual asegura detendrá los abusos; los créditos para micro y pequeñas empresas, y la condonación de deudas por multas a transportistas. Esto último también propuesto por Fujimori.
Justamente del otro lado, Fujimori, prometió un incremento del sueldo mínimo, y la distribución de parte del canon minero a familias de las zonas en las que se extrae el recurso. Asimismo, a pesar de que una de sus propuestas es el incremento de la base tributaria, indica que reducirá el impuesto selectivo al consumo. Su propuesta de reactivación para el sector turismo y la micro y pequeña empresa se basa en el compromiso de al menos dos años de no tributación de estos agentes.
En el plano de la educación, y la salud, ambos, tras raudos diagnósticos – al parecer – identificaron lo que para sus equipos técnicos es lo más urgente, por lo que sus propuestas van en línea con la mejora de condiciones a profesores y profesionales de la salud, así como la mejora de la atención primaria en el marco de la pandemia. Fujimori propone estabilidad a profesores, y el fortalecimiento de las condiciones educativas para una adecuada virtualidad, mientras que Castillo lidera una propuesta del libre ingreso a universidad luego de la culminación de la educación secundaria.
Respecto a las políticas sociales, Fujimori ha sido enfática en el incremento del presupuesto para programas sociales tales como “Pensión 65” o “Juntos”, mientras Castillo propone únicamente fortalecerlos y promover créditos para emprendimientos de las mujeres.
Es fácil ver que ambos candidatos han optado por propuestas que implican gastos cuyo sustento no es visible hasta el momento. Teniendo en cuenta que actualmente el gobierno peruano debe endeudarse por casi USD 8000 millones para cubrir el presupuesto 2021, los candidatos olvidaron – o tal vez no lo indican – que algunos de los objetivos que se deben plantear a corto y mediano plazo deben estar enfocados en el incremento de la recaudación fiscal, así como en el fortalecimiento de medidas de atracción de la inversión privada, pues han demostrado ser fuentes de generación de empleo y recaudación estable en el tiempo.
Otro punto importante, más allá de quien gane, es la polarización que las elecciones han traído consigo. Mas allá de la calidad de las propuestas – que son muy importantes – el impacto que generan las campañas agresivas en contra del “comunismo” que intentan asociar a Castillo o a la corrupción de parte de Fujimori, ha dividido literalmente al país, observado en los sondeos en el que Castillo supera ligeramente a su contendora.
Lo cierto es que, independientemente de si es justificado o no, existen miedos de ambos lados. Mientras que algunos son temerosos al uso de modelos económicos diferentes al actual, también existe un sentimiento de zozobra ante la situación en las que prevalezca un manejo autoritario y arbitrario del Estado debido a la captura de las instituciones.
Parece ser que el “Firme y Feliz por la Unión” impreso en la moneda peruana trás la independencia, al igual que el “Somos Libres” del himno siguen hasta hoy en día siendo nada mas que anhelos.
[1] Avi Tuschman, “Our Political Nature”.
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